No quiero dar lecciones a nadie, ni soy una autoridad en cuestiones políticas pero sí me gustaría opinar de Venezuela desde el corazón y más después de escuchar los comentarios de Iñaki Gabilondo al decir más o menos que Guaidó tuviese cuidado al convocar a los venezolanos a una gran movilización ya que en cierto modo sería responsable si sucedía algo grave. Me pregunto ¿algo grave? La situación ya es grave, no, es de emergencia. Es fácil opinar desde la distancia, yo no sería desde aquí partidaria de que otros países intervinieran para solucionar conflictos fuera de sus fronteras, o de usar la fuerza para acabar con determinadas crisis humanitarias, pero desde aquí, desde mi situación de privilegiada. Se habla de dialogar, dialogar y dialogar, ¿y si con quien quieres dialogar se niega? ¿Qué hay que hacer?, ¿esperar a que los más indefensos mueran? Seguro que los venezolanos que protestan contra el régimen, no de Maduro y sí de Diosdado Cabello, no quieren una guerra civil, de la cual por el desigual reparto de armas no saldrían muy beneficiados, pero lo que seguro tampoco quieren es la situación que están atravesando y más sabiendo que son un país inmensamente rico.
Si alguien imagina el paraíso, ese lugar puede ser Venezuela, o mejor era Venezuela, un país que tenía una producción agraria increíble, maíz, yuca, arroz…. Todas las frutas que puedas imaginar. Una cabaña ganadera impresionante, ríos inmensos, saltos de agua que quitan el sentido. Unas de las mayores reservas petroleras del mundo, al igual que uno de los arcos mineros que la mayoría de países desearían con oro, coltán, bauxita, diamantes. Donde hay volcanes, desiertos, playas. Este paraíso hoy, bueno desde hace algún tiempo, porque yo llevo viendo como la situación empeoraba desde hace diez años, en los cuales he colaborado en proyectos misioneros, se está convirtiendo en un pequeño infierno. Que alguien de aquí me diga cómo dialoga cuando no tienes luz seis días seguidos y después un día si un día no, cuando no hay agua potable en la mayoría de los hogares, cuando has de rezar para no enfermar porque sabes que no te van a poder dar nada, cuando salir a la calle es no saber si regresarás a casa porque el precio de la vida se fija en unas zapatillas de las que alguien se encapricha, o cualquier otro objeto que tú tengas y alguien con un arma desee.
No sé si otros países deben intervenir en Venezuela pero sí sé que los venezolanos no pueden esperar a que se produzca un dialogo y yo no quiero que Venezuela sea otra Cuba. A todos los que piensan que el régimen de Diosdado es fantástico les invito a ir al país, el venezolano es muy acogedor, pero claro, no a Miraflores.
Porque después de tantos años yendo a Venezuela me siento un poco de allí y por mi gente que vive aún en este país que acabe pronto el infierno que están viviendo.
