“Todo es amor. Mi corazón lo sabe. Mi corazón intuye cercanía en el beso del niño que confía y en el rumbo anhelante de la nave. Todo es amor. Mirad la frágil ave tejiendo nido desde paja fría. Mirad la flor haciendo compañía al canto del arroyo claro y suave”. Estos versos no pertenecen a un escritor del Siglo de Oro, como Lope de Vega o Garcilaso de la Vega. Su autor es Rafael Matesanz, un sencillo sacerdote segoviano, natural de Prádena, que vivió en el siglo XX y se convirtió en uno de los mejores poetas místicos que ha dado esta tierra. Un artista con un mundo interior muy rico y cuyas obras más personales e inéditas casi se pierden abandonadas en unas cajas, pero que ahora ya están a buen recaudo.
Y es que el fondo documental de Rafael Matesanz ha sido recientemente incorporado a la Fundación Jorge Guillén, promotora de la creación artística y literaria y depositaria de las obras de 38 autores. Mediante la firma de este convenio, será la encargada de custodia, catalogar y difundir los poemas de este sacerdote segoviano, cuya vida y obra repasamos en El Adelantado junto a su compañero de vocación, José Miguel Espinosa, secretario de la Asociación Sacerdote Rafael Matesanz Martín. Él, al igual que muchos segovianos de la actualidad, tuvo el placer de conocerle y guardar muy gratos recuerdos de él: “Estuvo en mi primera misa, donde me dedicó un poema que leyó al final”, nos cuenta. “Era un hombre muy valiente y muy transparente”.
GOZO INMENSO
Rafael Matesanz nació en 1933 en Prádena, de donde decía que “aquí nació Dios en mis manos por primera vez”. Y es que su familia, gente de fe, le ayudó a descubrir su vocación sacerdotal, junto a su comunidad parroquial y los centros educativos. Mientras, los hermosos paisajes que veía en su pueblo le inspiraron a desarrollar su faceta artística. Con apenas 17 años decidió ingresar en el seminario de Segovia, para después acabar sus estudios de filosofía y teología en Salamanca, donde se licenció. Ya allí recibió el apodo de ‘El Poeta’: “Se le daba muy bien escribir sonetos, y además, muchas veces lo hacía sobre la marcha, ya que era su forma de dar las gracias a la gente”.
En 1961 fue ordenado sacerdote y, aunque dicen que nadie es profeta en su tierra, Rafael Matesanz regresó a Segovia, donde desarrolló su ministerio sacerdotal en parroquias como la de Madrona o las de Santo Tomás, San Millán y la Santísima Trinidad en la capital, donde, además, ejerció de vicepresidente de la Cofradía de la Fuencisla. Además, desde 1965, y durante 32 años, fue profesor de religión y capellán del Instituto Andrés Laguna, donde dejó una huella imborrable: “Allí le llamaron ‘Gozo Inmenso’”, explica José Miguel Espinosa haciendo referencia a un poema que dedicó a este particular apodo: “Me conocéis joviales por el gozo y a este gozo ponéis un apellido. Cuando hablo, reboso mi equipaje de sonrisas abiertas sin celaje. ¿Cómo no voy a ser el Gozo Inmenso?”.
Y, paralelamente a estas labores, además de la de capellán de la residencia de Misioneras de Acción Parroquial, desde donde dedicó mucho tiempo a los religiosos, fue desarrollando su vocación poética, la cual se nutrió mucho de sus propias vivencias. Así, fue escribiendo varios libros como ‘Esta luz’, ‘Coplas a la muerte de Jorge Manrique’ o ‘Alto silencio’. Un trabajo que se vio recompensado con varios reconocimientos, entre los que destaca el Premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo, que ganó en 1997 gracias a su obra ‘Cartas al cielo’.
Por desgracia, a finales de 1999 tuvo que ser ingresado en el Hospital de la Misericordia a causa de un cáncer de hígado del que nunca pudo recuperarse, falleciendo el 31 de diciembre de ese mismo año. Y aún en esos últimos días pudo despedirse escribiendo unos versos en los que recibía a la muerte sin lamentos: “No me lloréis, amigos, vuestro llanto enturbia la alegría de mi espera. Dios es amor, ¿sabéis? Y tanto, tanto que cata el árbol y lo recupera”.
FE, NATURALEZA Y DIBUJO
Como ya hemos visto, muchos de los poemas de Rafael Matesanz le surgían de forma prácticamente espontánea, con la naturalidad de quien está conversando. Por eso, resulta tan sencilla y asumible para el público. Pero, ¿de qué hablaba en ellos? Obviamente, el tema más presente en sus obras, como hombre de fe y sacerdote, fue la religión. Muchos de sus versos eran una alabanza a Dios o a Jesús, a quienes recordaba incluso en aquellos que no los tenían de tema central: “El tenía un gran amor a Jesús y todo le llevaba a Dios. Yo por eso hago oración con su poesía, ya que me sirve para hablar con Dios”, nos cuenta José Miguel Espinosa.
En esta línea, el poeta no olvidó otros aspectos de la fe católica, como el Espíritu Santo, la vida consagrada o la Virgen María, centrándose especialmente en las advocaciones segovianas como la del Bustar o la Fuencisla, quedando para el recuerdo sus sermones en las celebraciones de la Novena a la patrona de la capital, en los que le dedicaba sus propios sonetos. Y, curiosamente, también tuvo muy presente al opuesto de la fe: el ateísmo. Algo que a Rafael le sorprendía mucho que existiera: “Era algo que a él le dolía especialmente, ya que lo veía como un modo de autoengañarse, de querer una autonomía que no lleva a ningún sitio en el fondo”.
Por otro lado, la belleza del mundo que le rodeaba, tanto obras arquitectónicas construidas por el hombre como, especialmente, los parajes naturales, también sirvió para inspirar buena parte de la obra de Rafael Matesanz: “Él amaba la naturaleza de la sierra y de hecho llamaba a los enebros ‘monjes del bosque’, a los robles ‘monumentos vegetales a la fortaleza’, y a los acebos ‘Navidad permanente del paisaje serrano’”, explica José Miguel. Y, aunque hizo versos de lugares fuera de la provincia, fue su propia tierra la que más le cautivó, incluso en sus últimos días, cuando dedicó un breve poema a las blancas vistas de la sierra de Guadarrama que tenía desde su habitación en el hospital: “Ya me vistes de nieve para el viaje, ya me llenas de amor para el gran vuelo”.
Por otro lado, también cabe destacar que acompañó a algunos de sus poemas con otra de sus facetas artísticas: el dibujo. Así, es posible ver muchos versos de Rafael Matesanz adornados con variadas ilustraciones que suman belleza a las palabras. Algo que no solo hacía en papel, sino también en paredes.
“OTRO SAN JUAN DE LA CRUZ”
Rafael Matesanz publicó varios libros y dejó por escrito muchos poemas. Pero lo cierto es que gran parte de su obra es inédita: “Hasta el año 2019, la mayoría de sus poemas han estado guardados en cajas dentro del monasterio de San Vicente el Real”. Pero gracias a la Fundación Jorge Guillén, en colaboración con la Asociación Sacerdote Rafael Matesanz Martín, estos versos ya están siendo catalogados y digitalizados, pudiendo ser publicados en el futuro.
Además, también han podido acceder a la vieja casa del poeta en Prádena, que llevaba 20 años abandonada y en mal estado. Allí se recuperaron más obras (incluyendo alguna obra de teatro) y varios de sus objetos personales, como la orla de sus estudios en Salamanca o el cáliz y la patena de su primera misa: “Se ha hecho un inventario de todos esos objetos y se han dejado en depósito en la Casa Parroquial de Prádena”, relata José Miguel, quien destaca que lo más interesante estaba en las paredes, donde el sacerdote había dejado pintados algunos de sus poemas acompañados de dibujos “preciosos”.
Con todo este trabajo no solo se pretende preservar la vida y obra de Rafael Matesanz, sino también darlo a conocer. Y es que, aunque fue (y sigue siendo) alguien muy querido en Segovia, mucha gente, como José Miguel Espinosa, piensa que aún no ha recibido suficiente reconocimiento: “Yo creo que con el paso del tiempo es una figura que se irá agigantando. Para mí es incluso otro San Juan de la Cruz, o sea que realmente hasta se podría iniciar su proceso de beatificación y de canonización, aunque es algo difícil. De momento trabajamos para que tenga una calle dedicada en Segovia, igual que en Prádena, y para que en los dos bloques donde habitó, en las Calle Santo Domingo y el Paseo Ezequiel González, se ponga una placa que diga «Aquí vivió el poeta Rafael Matesanz »”.
José Miguel también añade su deseo de que algún día se pueda visitar la casa de Rafael en Prádena, ya que “con los dibujos y poemas de la pared podría tener un gran interés turístico, igual la Casa de Antonio Machado”. Sin embargo, esto parece bastante complicado de momento, ya que “la familia la ha puesto en venta “y es muy difícil que la Junta de Castilla y León se haga con un inmueble de este tipo, porque tendría que invertir mucho dinero”, concluye.
