En un año llamado a ser el que consolidara en lo más alto de la primera línea del toreo a Andrés Roca Rey y a Pablo Aguado, el protagonista indiscutible fue Morante de la Puebla. La regularidad conseguida cada tarde, con o sin orejas de por medio, y el paso al frente para anunciarse con ganaderías de diferentes encastes lo llevaron a ser el nombre de la temporada. Que recientemente fuera reconocido con el premio nacional de tauromaquia, no fue casualidad.
En mayo dio por concluida la relación de apoderamiento con Antonio Matilla tras su paso por la feria de Vistalegre y tomó la decesión de dirigir su propia carrera, siendo el dentista portugués Pedro Jorge Marqués, amigo personal, el que se encarga de las labores de los despachos. Desde aquel cambio, se sucedieron las tardes y las faenas para el recuerdo de Morante, en la que ha sido su mejor campaña hasta el momento. Además, terminó líder del escalafón superior, con 49 corridas y un balance de 51 orejas y un rabo.
El bicentenario coso de Segovia también fue testigo del momento de Morante. Las verónicas de recibo al segundo toro de su lote, de la ganadería de Garcigrande, y la media prendieron la mecha por el día de San Pedro, en una faena que tomó tan altas cotas que hizo despertar lo mejor de Juan Ortega y ‘robó’ protagonismo al triunfo de cuatro orejas de Joaquín Galdós. Esta situación se repitió varias ocasiones en la campaña, tal y como sucedió en la feria de otoño de Madrid, donde Ginés Marín salió por la puerta grande con todo merecimiento, pero la gente salió hablando del sevillano.
Es tiempo para paladear y disfrutar del momento que atraviesa. En el limbo está el futuro y la incógnita de si se verá algo mejor que su toreo o el público quedarará un tanto desamparado de arte cuando se retire. Quizás haya vida después de Morante, pero será una vida menos artista.
REPORTAJE | Las faenas y los números de la temporada taurina en la provincia
