Llegó a Segovia a pasar unos días de vacaciones y lleva ya cinco años en la ciudad. En quince días encontró trabajo en la hostelería segoviana, como camarero del bar del Restaurante José María. Dice que últimamente empieza a entender a quienes sostienen que ‘Segovia agobia’ pero vislumbra su futuro entre España y Portugal, que ya puede considerar sus dos tierras.
“Dicen que los portugueses tenemos facilidad para los idiomas”, argumenta Roberto como justificándose por su fluidez al hablar castellano, uno de los tres idiomas que conoce bastante bien; los otros dos son el portugués y el francés, además de estudiar inglés y perfeccionar su castellano en la Escuela Oficial de Idiomas. Reconoce, sin embargo, que al principio el idioma fue quizá la única dificultad que encontró cuando llegó a España.
Originario de una localidad portuguesa de 3.000 habitantes, próxima a la frontera, en el límite con la provincia de Salamanca, este joven profesional de la hostelería llegó a Segovia a pasar unos días de vacaciones “porque tenía un amigo que residía en la ciudad y al final me quedé, aunque en Portugal tenía trabajo fijo”, asegura. Y desde entonces han transcurrido cinco años y se ha ganado la confianza de la empresa y de los clientes en el bar del Restaurante José María de la capital segoviana.
“Los habituales no, pero quienes no me conocen, a veces preguntan de dónde soy. Les digo que a ver si lo adivinan. Y responden que parezco rumano o polaco”, comenta con sentido del humor.
Confiesa que le gusta la aventura. Ya cuando vivía en Portugal, cogía el coche y viajaba sin un rumbo fijo para conocer lugares y gentes nuevos. “Quise aventurarme y Segovia me gusta bastante”, explica. De manera que se puso a buscar trabajo y a los quince días ya estaba en el José María, donde asegura “estoy a gusto y tengo buena relación con los compañeros, que son muy majos”.
En su formación acumula, por ejemplo, un curso de recepcionista de hotel y está empeñado en ampliar su conocimiento de idiomas, terminar el Bachillerato en el Instituto Andrés Laguna y, más adelante, abordar estudios relacionados con el turismo.
Insiste en que se encuentra a gusto con lo que hace. “En mi trabajo soy bastante serio y, no se si también en España se dice, pero en Portugal se compara a los camareros con los curas, porque los clientes se confiesan con nosotros”.
Recalca las similitudes entre la historia de España y Portugal, incluso en la raíz de los dos idiomas, semejanzas que ha descubierto, así mismo, entre Castilla y la región portuguesa de la que procede. Aún así, le parece que los segovianos son “un poquito fríos, puede que porque aquí hace mucho frío”, añade.
Se descubre muy orgulloso de Portugal y habla maravillas de su gastronomía: “a los turistas les conquistamos con la comida”, dice, al tiempo que recuerda que hace años los españoles conocían su país “por las toallas y sábanas” pero desde que está en la Unión Europea “ha mejorado en muchas cosas, como buenas carreteras, mejores servicios y también muchos lugares turísticos; por ejemplo, hay mucha playa porque la mitad de Portugal es costa”.
Con los compañeros de José María ha hecho algo de turismo, por Andalucía y Asturias, por ejemplo, ya que todos los años después de Reyes la empresa cierra para hacer algún viaje en el que se une lo recreativo con lo cultural.
Roberto admite que en ocasiones se siente solo y tiene algo de nostalgia de su tierra, especialmente “de la comida de la mamá” y eso que se define como buen cocinero, “pero aunque cocine lo mismo no me sabe igual”, aclara.
Lógicamente, echa de menos a la familia y a los amigos de Portugal pero sostiene que la distancia no es tanta, que en cuatro horas en coche se planta en su pueblo. Por eso ve su futuro “entre España y Portugal, ”.
“El otro día conocí a una portuguesa que está en Segovia”, declara dando a entender que no es habitual encontrarse con otros compatriotas, a diferencia, por ejemplo de lo que ocurre en Salamanca, donde tanto estudiantes como trabajadores procedentes de Portugal son muy numerosos.
Para hablar portugués, si le apetece, sí hay en la ciudad una buena colonia de brasileños. “Cambia el acento pero es el mismo idioma”, explica.
Aclara que “también me gusta estar solo, en mi nicho, como buen Cáncer”. Y así descubre su afición por la astrología, la cartomancia y la numerología. Para Roberto el 13 es número de buena suerte, su favorito junto al 9.
