El quiosco del barrio de San José tiene un espacio reservado para avisos. La asociación de vecinos, la Cofradía de La Piedad, la parroquia o las aguederas, pero también algún particular, pueden dejar en él sus carteles o sus notas. Mercedes Márquez es la quiosquera, quien junto a su marido Miguel lleva este negocio familiar desde hace casi un cuarto de siglo; el mismo negocio que antes llevaba Asunción Lázaro Callejo, ‘Chon’, quiosquera histórica hasta el punto que los vecinos barajaron la posibilidad de poner su nombre a una de las calles de esta barriada humilde de la capital segoviana.
Mercedes y el quiosco ‘Miguel y Merce’ son por lo tanto, un referente en San José, como lo son, cada uno con sus peculiaridades, los otros ocho, según fuentes municipales, que sobreviven en la ciudad. Hace apenas diez años eran el doble, 18, pero la crisis y cambios vertiginosos en los hábitos de los ciudadanos, en parte ligados a la nueva cultura digital frente a la del papel, han mermado este pequeño sector que tiene su origen a principios del siglo XX, cuando la prensa escrita diaria se generalizó.
El quiosco de Merce es como un faro, una torre discreta, no por altura desde luego sino porque es punto de observación de la vida del barrio, de las gentes que a él acuden al menos una vez por semana, aunque sea a echar la primitiva o a comprar el ‘Pronto’ o El Adelantado, por poner algunos ejemplos, o bien de quienes deambulan por lo que no deja de ser el centro neurálgico de San José, ya que casi al lado está otro referente, la panadería de ‘Falele’ y otras tiendas.
Una vecina se acerca y, después de comprar una cajetilla de tabaco, pregunta a la quiosquera por una cuestión administrativa, y es que tiene que renovar el DNI porque han cambiado el nombre a las calles del barrio. La madre de Merce, que le hace compañía, contesta con educación y deriva a quien corresponde. Un servicio gratuito, poco conocido pero valorado por los vecinos. “Somos del barrio y nos conoce todo el mundo, sobre todo la gente mayor. Con unas cosas y otras vamos tirando”, comenta la propietaria. Por ella conocemos, por ejemplo, que con la crisis algunos vecinos de origen polaco se han marchado a otras ciudades y que los que más aguantan, entre la comunidad extranjera de San José, son los búlgaros, grandes aficionados a la quiniela, por cierto.
“La gente mayor es la que lee, pero lo malo es que a medida que pasa el tiempo van quedando menos”. Este quiosco tiene un poco de todo: prensa y revistas, tabaco, lotería, chuches y hasta pequeños juguetes. La revista ‘Pronto’ sigue reinando en esta zona, y la prensa, como en todos los sitios, está a la baja.
asociación Juan José Jiménez, que además de regentar el quiosco de la calle Coronel Rexach es el presidente de la Asociación de Vendedores de Prensa de Segovia (Avepres), calcula que la venta de prensa en estos establecimientos ha caído en los últimos años entre un 60 y un 70 por ciento. Es de los que piensa que los quioscos necesitan una reconversión y, llegado el momento, las Administraciones competentes deberían, por ejemplo, autorizar la venta de otros productos, como pan o bebidas sin alcohol.
Otros, como Mariano Iglesias y su mujer María del Mar Duque, que regentan el quiosco situado junto al Colegio Domingo de Soto, en el recinto amurallado, opinan que se trata de un negocio abocado a desaparecer en pocos años, “al menos en esta zona, donde también los vecinos de siempre se van muriendo y no se repuebla”, explica Iglesias.
No hace tanto, en 2007, ya llevaron a cabo una reconversión en cuanto a la estructura que da forma a los propios quioscos. Las viejas “casetas” de tejado verde dieron paso a unos modelos modernos y acondicionados, lo que supuso un esfuerzo económico en el que los quiosqueros contaron con una financiación de Caja Segovia y el apoyo del Ayuntamiento, que en 2006 modificó la Ordenanza reguladora de la ocupación de vía pública por estos establecimientos, incluyendo un anexo que recoge los modelos autorizados, además de ampliar en determinados supuestos el plazo de la concesión.
“Cada quiosco es un mundo —afirma Jiménez— no es lo mismo el de la estación, que el de la Plaza Mayor —lugar de encuentro donde se precie, que incluye entre su oferta postales turísticas— o el mío”. Es cierto que no todos venden tabaco o lotería y algunos ni siquiera tienen chuches. Prensa y revistas es lo que tienen en común, además de productos de temporada como peonzas, cromos o coleccionables. Sobre estos últimos, el presidente de Avepres comenta que “en la actualidad, vendemos como mucho los primeros números o a lo sumo dos, porque luego quienes quieren seguir se suscriben y lo reciben en sus casas”. Comenta que la competencia de los coleccionables hace unos años llegó a ser tan feroz que tuvo que regularse el tamaño de los paquetes de estos coleccionables “porque los enviaban con grandes cartones y casi ocupábamos media calle”.
Jiménez habla de los productos de “impulso”, entre ellos el tabaco, que según cuenta les deja poco margen pero que, una vez allí, puede animar, por ejemplo, a la compra de una revista “ de las caras”. La variedad de éstas es enorme, varios centenares y de cualquier tema imaginable. Quizá solo se vendan al mes uno o dos ejemplares pero forma parte del negocio.
Como presidente de la asociación, reivindica el papel social que los quioscos juegan en sus barrios e incluso la atención desinteresada a turistas que llegan a la ciudad y, por ejemplo a primera hora de la mañana, solo encuentran abierto el quiosco de prensa de toda la vida.
