Isabel Saz, cuellarana de adopción, lleva su carro con los bártulos de bolillos donde quiera que vaya, incluso de vacaciones. Tiene una extensísima colección personal con todo tipo de piezas exclusivas, y lo suyo es un arte gracias al que muchas personas han podido completar su atuendo regional de la más bella manera.
Isabel cosía desde siempre, pero fue en una visita de la Asociación Gómez González, con Natividad Villoldo, experta en bolillos lo que despertó esta pasión. Fue a visitar la exposición con su hija, y aunque ya sabía hacer punto, ganchillo y todas las labores que se llevaban, los bolillos la encantaron; “quería hacer cosas nuevas, lo vi tan bonito que quería hacerlo”, explica. Empezaron 90 personas en ese lugar ligado de por vida a la costura, “Sección Femenina”. Con unos programas didácticos, comenzaron a crear a muy buen ritmo: bolillos, macramé, frisado de Valladolid con oro o encaje de aguja fueron las primeras lecciones, rápidas y efectivas. Entretanto, Isabel sacó su carné de artesana, allá por el año 96, y a partir de aquí, con la profesora, nunca dejó de aprender. Confiesa que es lo que le gusta, el encaje de bolillos, y por eso lo aplica al traje regional con la esencia de hacerlo de la manera artesana más pura.
Lo cuenta desde su exposición en Cuéllar, en la sala cultural, que ha permanecido hasta la celebración de Santa Águeda. Manteos, camisas acorchadas, monteras, cinturones y todo tipo de elementos artesanales con bolillos dan buena muestra de una vida dedicada a ello. Confiesa que no es complicado pero sí se necesita la constancia que muchas mujeres encontraron en la Asociación Los Molinos, la suya. De más de 90 personas que comenzaron las clases, ella es la única que sigue, junto a cuatro mujeres más que acuden los sábados -desde hace 26 años-, durante dos horas a seguir aprendiendo; después de tantos años, no deja de aprender. “Hay que ser muy constante”, asegura, y explica que los sábados por la tarde los dedica a trabajar sobre lo que les han mostrado por la mañana. “De todo pido opinión, y voy haciendo lo que me gusta, lo que veo y quiero, lo dibujo y lo saco”, explica, como si fuera “coser y cantar”. Ella misma anima a otras mujeres que le piden alguna pieza: “¿Por qué no te animas y vas a aprender tú?”, le ha comentado a alguna amiga que finalmente se ha sumado a la clase y ahora está encantada.
Isabel es consciente de que los tiempos han cambiado. Cuenta que cada año se anuncia que empieza el curso de nuevo, pero se anima muy poca gente. Esto se traduce en una falta de relevo generacional y en que, ojalá sea en mucho tiempo, faltarán manos artesanas para preservar este patrimonio cultural. “Hemos tenido niñas, pero han preferido el deporte porque va más ligado a la escuela, y antes estábamos más metidas en labores, es así”, asegura Saz. Recuerda que las instituciones les ayudaban hace tiempo con subvenciones, pero se han ido retirando ayudas y pagar una profesora y un lugar donde realizar las labores cada mes, se hace más y más costoso.
Se han hecho cursos de verano y de técnicas concretas, y sí han tenido aceptación, pero esto “necesita dedicarle mucho tiempo”. Isabel es una apasionada y así se demuestra en cada una de sus exquisitas piezas, alabadas por cada persona que lo ve. “Hay gente a la que le gusta lo manual y lo dedica tiempo, hasta en el autobús, pero está la vida como muy adelantada, todo sobre cargado de cosas que hacer como para pararse a hacer esto”, reflexiona. Confiesa que para ella es un entretenimiento y parte de su vida; “no dejo mi gimnasia, no dejo otras cosas, pero es mi hobby y le dedico mucho tiempo, porque además no sé estar con las manos quietas”, bromea.
En la exposición hay una parte dedicada al traje regional de niños con la intención de “picar el gusanillo a las abuelas, que vean que lo pueden hacer”. Ya que esta cultura o costumbre no está en todas las casas, quieren inculcarla mostrando las piezas. Todo ello ligado a celebrar Santa Águeda en domingo para tener más público, son pequeños pasos para que la tradición perdure.
“El bolillo tiene una aceptación muy grande, se llena en muchas ferias, como en Arroyo de la Encomienda, pero ¿a quién llama? a personas de cierta edad”, explica. No es responsabilidad de nadie en concreto, pero a la vez lo es de todos que esto se mantenga. A la pregunta de quién lo hará el día de mañana, Isabel responde que no sabe, que puede que alguien venga y se hagan otras cosas, pero está claro que lo suyo es un arte que hay que salvaguardar. Ella, de momento, muestra lo que hace en cada Feria Medieval y siempre que puede comparte sus labores, que queda patente, son parte de un valioso patrimonio textil en el presente.
