Señora directora:
Agradezco de antemano la oportunidad de poder manifestar, a través del periódico que usted dirige, mi protesta y el sentimiento de impotencia y de rabia, ante el Hospital General de Segovia y con alguna parte del personal sanitario que allí trabaja.
Soy una persona con una movilidad reducida muy severa, que va en silla de ruedas, y que por distintas cuestiones de salud he tenido que ir al hospital en varias ocasiones. Siempre he sido bien atendida, por parte del personal sanitario, con delicadeza y sin tener ningún problema a la hora de los traslados a las camillas o mesas de pruebas.
No ha sido así en las últimas ocasiones que he tenido que ir al hospital -entre otras, dos veces por urgencias y otra para hacerme una prueba- ya que cuando han tenido que trasladarme de la silla a la camilla, el sanitario de turno que lo ha tenido que hacer (no dudo de su buena intención) lo ha hecho de manera brusca, produciéndome contusiones en costillas, mama y hombro. En algún momento advertí que era mejor hacerlo entre dos personas e incluso demandé si tenían grúa de traslado y me dijeron que no.
Con todo esto, quiero hacer llegar a la dirección del Hospital General lo siguiente: Creo que la formación y preparación de algunos sanitarios no es todo lo eficiente que debería ser y deja mucho que desear a la hora del trato a los pacientes. En ningún momento tienen en cuenta que cada persona es distinta y tiene unas necesidades y una patología diferente, por lo que el trato y el manejo no puede ser el mismo para todos. Este es un problema que se viene dando con más frecuencia de lo que se cree, ya que afecta a personas mayores y a personas con discapacidad intelectual y física. No saben cómo tratarlas ni manejarlas y en más de una ocasión se han producido daños de los que ha costado largo tiempo recuperarse e incluso no ha sido posible realizarles determinadas pruebas.
Ante estas situaciones, no se han producido quejas para que haya alternativas de solución y si se han hecho no se han tenido en cuenta. Nos callamos y nos quedamos con el daño hecho.
En esta ocasión, me siento tan seriamente perjudicada que no puedo por menos de lanzar una protesta enérgica y hacer saber que mi integridad física se ha visto dañada (doy por hecho que sin mala intención) hasta el extremo de estar con unos intensos dolores que no me dejan descansar y ayudan a que mi movilidad sea todavía mucho más reducida de lo habitual.
En el momento de producirse el daño, sólo había un sanitario en el servicio donde me iban a realizar la prueba. Cuando el mal ya estaba hecho aparecieron tres más y una grúa ¿…? No puedo entender por qué no realizan este trabajo entre dos personas, aparte de que existe algo tan importante y tan sencillo como el preguntar al paciente la forma en que se le debe atender y no cogerle como si fuera “un saco de patatas” con el riesgo que eso supone para ambas personas. Claro que con una considerable diferencia. El sanitario se hace daño, le dan la baja y hasta que se recupere. Al paciente le hacen daño, no le dan la baja, le dan puerta y, como mucho, le advierten que cada vez que vaya al hospital, el médico le prescriba que necesita grúa para su traslado ¿…? y esto sin tener en cuenta que las grúas son máquinas y que a veces no se adaptan a los espacios de consultas, salas de pruebas, etc. ni son el medio más eficaz y seguro para el manejo de las personas.
Quiero dejar claro que no todo el personal sanitario actúa de la misma manera y que hay personas con una gran sensibilidad y cercanía a los pacientes. Pero últimamente estoy teniendo muy mala suerte y me toca volver a casa seriamente perjudicada. Creo que al hospital nadie va por gusto, sino a tratar de conseguir alguna mejoría, no a empeorar por falta de tacto y de precaución.
¿A quiénes les toca siempre “pagar el pato”? Sin ninguna duda, a los más débiles.
María José del Río