Trabajo desde hace 25 años en el Centro de Servicios Sociales ‘La Fuencisla’, lo que en su artículo llama Sanatorio Psiquiátrico de Quitapesares.
Quiero aclarar, en primer lugar, que las personas que viven en este Centro están aquí porque ellas consideran que es su mejor opción o, en el caso en el que ellas no puedan decidir, sus familiares o los profesionales. En ningún caso están aquí para devolver la tranquilidad a ningún sitio.
El enfoque de la atención está orientado a que las personas vulnerables residan en sus domicilios, valorando en cada caso los apoyos que precisan, y que permanezcan en la comunidad, siendo la alternativa de vivir en un Centro la última opción.
En este contexto, en el trabajo en el Centro no nos mueve un interés filantrópico, sino el deber profesional en la atención a las personas como sujetos de derecho.
Le recuerdo también que la Constitución Española garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen (Art. 18.1).
Las palabras: Dementes, internadas, loca de remate, discapacitada mental hace mucho que dejaron de utilizarse, y su uso dirigido a las personas a las que se refiere en su artículo a los/as trabajadores/as del Centro, creo que puedo hablar en su nombre en este caso, nos duele y nos indigna.
Aprendí pronto que el padecer enfermedad mental o no depende de varios factores, pero hay uno fundamental que es la suerte
Cuando tenía 20 años, en una conversación en el trabajo con una persona con enfermedad mental muy querida, ella me trataba de explicar todo lo que había sufrido y sufría con su enfermedad, y terminó el diálogo diciéndome: “Que nunca te toque”. Así que aprendí pronto que el padecer enfermedad mental o no depende de varios factores, pero hay uno fundamental que es la suerte.
Muchos años después sigo a este lado de la atención: prestándola, en lugar de recibirla, pero no hay nada, absolutamente nada, que me garantice que en cualquier momento pueda estar en el otro lado.
Ni a mí, ni a nadie, ni al autor del artículo tampoco.