Puigdemont, este excéntrico, grotesco y pintoresco personaje, pretende convencernos de que desde su singular “exilio” preside el consejo de una república. Pero lo que él no quiere reconocer, aunque todos los no nacionalistas lo sabemos, es que se trata de una república ficticia. En realidad más parece que se refiere a la Ínsula Barataria, ese lugar imaginario que D. Quijote prometió a Sancho Panza. Lo traigo a colación porque a la palabra Barataria, término impreciso que no viene en el diccionario, al parecer Cervantes daba el significado de fraude, engaño, martingala, treta, que define muy bien a la república que dice presidir este singular individuo.
Este fulano, este “jambo” que diría mi añorado amigo Juan Morano, no es capaz de venir a España para enterrar a sus padres, pero sí se apresura para acudir a un mitin grotesco en Barcelona con su posterior y rocambolesca huida pactada. Todo este miserable y ruin teatro que humilla a todos los españoles, da una idea del personaje cuyo nombre y condición voy a eludir por vergüenza.
Pero conviene no errar el tiro. Hay una encuesta seria, por supuesto no de Tezanos, sobre “quién es el responsable de permitir el regreso y la nueva fuga de Puigdemont”, y de todos los propuestos, Pedro Sánchez se lleva el 86,18%. Y es que la gente no es tonta. Está callada pero no es tonta. No hay más que ver los epítetos y los apelativos que le han dedicado a Zapatero cuando salía de una clínica, después de su actuación en Venezuela, o los que le dedican a Sánchez cada vez que sale a la calle. Pura poesía que diría aquel.
Puigdemont, que era un político quemado de quien ya nadie hablaba y al que todos teníamos olvidado, ha sido rescatado por Sánchez que le ha otorgado impunidad a cambio de siete votos. No obstante, su obligación era detenerlo y llevarlo ante la justicia. Pero como nada de eso sucedió, se montó un esperpento llamado Operación Jaula cuando prácticamente todos intuíamos que ya se había fugado otra vez. Provocar colas de coches, atascos interminables y una tremenda pérdida de tiempo de mucha gente para dar la impresión que se hace algo, es, a juicio de muchas personas, reírse de los ciudadanos; no con nocturnidad, pero sí con alevosía.
Todo el mundo sabe que este penoso sainete es debido exclusivamente a los siete votos que Sánchez necesita para gobernar. Y además, al parecer, ha prometido al presidente de la nueva Barataria en el exilio dorado, que no será detenido porque esas cosas solo las hace el PP y así de paso consigue provocar una enemistad hacia ellos.
Sánchez y su equipo olímpico deben pensar que como es verano, la gente olvidará todo porque están en otra cosa. La verdad es que los despropósitos se suceden a tal ritmo que a veces es imposible recordarlos todos. En eso se basan, creo yo. En todo caso, han dejado la reputación española por los suelos, continúan con el acoso a la justicia, y desde Moncloa culpan a los Mossos de Escuadra, porque esta vez no pueden culpar ni a Franco ni a la derecha ni a la ultraderecha. Nadie se cree que la policía sea la culpable de este desaguisado, pero como se están quedando sin comodines a quienes echar la culpa de sus errores, y son incapaces de autoinculparse ellos mismos o reconocer sus equivocaciones, culpan al primero que pasaba por allí.
Lo que es evidente es que a la vez que nos humillan a todos, también se humillan ellos mismos ante el resto de los españoles y ante el mundo. En algún momento dejaremos de callar, y nuestro silencio se convertirá en un clamor atronador cuando nos neguemos a tragar toda esta mugre que permanentemente soportamos.
