Había pensado escribir una columna de las flamígeras, de esas en las que te quedas a gusto dando tu opinión, que al fin y al cabo es lo que me piden. Tenía elegido un tema candente: inversión económica del ayuntamiento de Segovia en deporte. Con ejemplos de otras capitales con más o menos los mismos habitantes y situaciones vividas en primera persona que me han llegado a avergonzar.
Tenía pensado, incluso, tirar por tierra el manido “es que no me ayudan” que llevo escuchando desde hace más de una década y que es, permítanme el símil, de equipo pequeño. No voy a hacerlo porque no resido en la capital y mi deontología profesional me impide cuestionar una situación que no me atañe, aunque mi hijo sí que haga deporte en la ciudad.
Cuando estudié periodismo me incitaron a ser cronista de la realidad, crítico y respetuoso con el poder establecido para, con el altavoz de mi medio, intentar mejorar las cosas. Llámenme idealista o insensato, porque en según qué circunstancias son sinónimos.
Eso hice – alzar la voz – cuando vivía en Segovia hace más de una década. Por entonces había casi los mismos problemas con las instalaciones deportivas y, euro arriba o abajo, la misma inversión real. Nada cambió.
Y no piensen que aquí la culpa es solo del que manda. Son ustedes, los que viven en la capital, tan responsables como el Ayuntamiento – gobierno y oposición – de que nada, o casi nada, haya cambiado en todo este tiempo. Protesten ustedes que pueden. Y seguro que la ciudad tiene problemas más acuciantes que los relacionados con el deporte, pero aquí hablamos de estas cosas. Qué le vamos a hacer.
