La festividad de Corpus Christi, sancionada por el papa Urbano IV en el año 1264 —en la bula “Transiturus”—, se convirtió, a partir del siglo XV, en una de las más importantes de la Iglesia Católica. Difundida por toda Europa, Corpus Christi incluía, además de las ceremonias propiamente religiosas —la eucaristía y una gran procesión—, numerosas manifestaciones festivas, como representaciones teatrales o musicales, que contribuyeron a la popularización de esta función dedicada al Santísimo Sacramento.
En Segovia, fijar el origen de esta fiesta es un labor todavía no resuelta. La más antigua referencia a la celebración del Corpus Christi en la ciudad data de 1577, lo que no significa que ese año se oficiara por vez primera.
No mucho tiempo después de 1577, en 1607, un documento que se conserva en el Archivo Histórico Provincial de Segovia revela que el día de Corpus Christi, las campanas de las iglesias despertaban a los segovianos a las cuatro de la madrugada. Los fieles se presentaban entonces en la Catedral de Segovia, donde tenía lugar la eucaristía, a la que proseguía la procesión, anunciada con el lanzamiento de fuegos artificiales.
Michael J. McGrath, autor del libro “Corpus Christi, el auto sacramental y otras fiestas religiosas en la Segovia del siglo XVI”, afirma que las procesiones del Corpus Christi “contaban con la presencia de elementos no cristianos sobre los que el Sagrado Sacramento emergía simbólicamente triunfante”. Entre esos elementos destacaba “la tarasca” (figura de sierpe monstruosa con una boca muy grande, según la definición del Diccionario de la Real Academia Española). “La Tarasca representaba la victoria de Cristo sobre Satán y el Mal, una manifestación que resultaba coherente con el espíritu de la procesión, entendida como una manifestación del triunfo sobre la herejía”, añade McGrath.
Juan Luis Flecniakoska, en su estudio sobre las fiestas del Corpus Christi en la Segovia de los siglos XVI y XVII, insiste en que “la tarasca” se situaba abriendo la procesión, colocándose en su lomo “la tarasquilla”, una figura femenina cuyo fin primordial era el de dar a conocer al pueblo la última moda en el vestir.
Etnógrafos como Antonio Sánchez del Barrio aseguran que, a nivel nacional, en las procesiones del Corpus Christi participaba un variopinto elenco de figuras de cartón piedra, añadiendo que las actuales comparsas de gigantones y cabezudos tienen sus antecedentes en las procesiones de Corpus Christi. Y, en efecto, esta afirmación se corrobora en la ciudad de Segovia, de la que existe numerosa documentación sobre los contratos que se firmaban para que desfilaran en la procesión gigantes y cabezudos. En 1609, por citar un ejemplo, debían ser ocho gigantes y dos enanos o cabezudos.
De la relevancia de la festividad de Corpus Christi en Segovia habla la solicitud realizada en 1640 por la parroquia de San Martín para que la ciudad pavimentara las calles por las que debía pasar la procesión. De un año después, 1641, hay constancia de la organización de festejos taurinos en Segovia con motivo del Corpus Christi. Tal era la categoría que Segovia otorgaba a esta festividad que incluso se creaba una “comisión”, integrada por representantes nombrados por la ciudad, que preparaban la celebración de todos los actos.
Declive La presencia en las procesiones de Corpus Christi de elementos con “la tarasca” o los gigantes y cabezudos recibió un duro golpe en el reinado de Carlos III, hombre de ideas ilustradas y poco amigo de antiguas tradiciones, quien juzgó irrespetuosa su aparición en actos religiosos, decidiendo, por Real Orden de 10 de julio de 1780, su supresión. “Aunque en algunos lugares donde la costumbre no estaba muy arraigada la orden no causó un efecto inmediato —explica Sánchez del Barrio—, con el correr de los años la aparición de estos muñecos fue cada vez más escasa, hasta caer prácticamente en su desaparición”.
Aunque se desconoce en qué año exacto desapareció “la tarasca” de la procesión segoviana, sí se sabe que dicha figura entró posteriormente a formar parte de la comparsa que desfilaba en las ferias y fiestas de San Juan y San Pedro. Al menos así ocurrió en el año 1883.
En el siglo XX, “la tarasca” ya no apareció en los desfiles de San Juan y San Pedro. No obstante, en las últimas décadas se han producido varios intentos, sin éxito, de recuperar su figura. El primero, en 1976, por parte de los componentes del grupo de música folk “Hadit”. Después, “La Ronda Segoviana” también intentó rescatar “la tarasca”, sin conseguirlo. Ahora, el único recuerdo que queda de “la tarasca” es una deteriorada “tarasquilla”, que se conserva en el Archivo Municipal de Segovia.
