Sí, por estas fechas parece que todos nos preparamos para algo… Sin lugar a dudas, en el día a día, es la celebración de la Navidad lo que parece anhelarse con mayor empreño; las consabidas reuniones familiares, compañeros de trabajo, amigos, jóvenes, asociaciones y un largo etc., son las que se instituyen como valor entrañable de cordialidad, de amistad y de buenos deseos.
Los ayuntamientos también ayudan a crear este afán festivo navideño, como ya está haciéndolo el de la Villa de Cuéllar, instalando las oportunas luminarias callejeras, el gran Belén de la Plaza Mayor y una programación cultural-festiva, que ¡ojalá!, se pueda llevar a término, porque todos, mientras se suceden estos preparativos, estamos expectantes, mirando de reojo lo que las autoridades sanitarias van indicando respecto a la maldita pandemia, que no ceja en su constante amenaza.
Por eso, también en esos preparativos debemos incluir un espacio para la prudencia y la contención ante las festividades que se avecinan; las circunstancias nos reclaman mucha responsabilidad ante las realidades que se dan, incluida la necesaria responsabilidad, también, en los gastos que, por el encarecimiento general de la vida, nos obliga a una contabilidad casera, pendiente de mirar al cajón, a ver lo que sale y lo que entra… o lo que no entra.
