La Real Academia Sueca de las Ciencias premió ayer con el Nobel de Química 2009 a tres científicos que desvelaron un proceso fundamental en el proceso de la vida, el mapa del ribosoma, la fábrica de proteínas de las células y que constituye la base para el desarrollo de muchos antibióticos.
Los estadounidenses Venkatraman Ramakrishnan y Thomas A. Steitz y la israelí Ada E. Yonath fueron distinguidos en Estocolmo, según el jurado, «por sus estudios de la estructura y función del ribosoma», complejo supramolecular que sintetiza proteínas con la información genética que le llega del ADN, es decir, la transforma en vida.
Los tres galardonados usaron un método llamado cristalografía de rayos X para trazar un mapa con la posición de cada uno de los cientos de miles de átomos que conforman el ribosoma.
En toda célula de un organismo hay moléculas de ADN que contienen las huellas personales de cada ser vivo, pero son pasivas y solo se convierten en materia viva gracias a los ribosomas, que leen la información que les llega en el ARN (ácido ribonucleico) mensajero.
Muchos de los antibióticos de hoy en día curan enfermedades al matar las bacterias bloqueando las funciones de sus ribosomas.
Los modelos diseñados por Ramakrishnan, Steitz y Yonath son usados por los científicos para desarrollar a su vez nuevos fármacos contra las bacterias multiresistentes.
El Nobel de Química 2009 es en realidad el tercero de una serie de premios que reconocen la aplicación a nivel atómico de las teorías de Darwin sobre la evolución de las especies.
El estadounidense Watson y los británicos Crick y Wilkins fueron galardonados en 1962 por descubrir la estructura en doble hélice de la molécula de ADN, y en 2006 el también norteamericano Roger D. Kornberg ganó el Nobel de Química por desvelar el proceso mediante el cual se copia la información del ADN al ARN.
A comienzos de la década de 1940 los investigadores ya sabían que los que transmiten los rasgos hereditarios son los cromosomas, compuestos genéticos y proteínas, pero se creía que por su complejidad eran éstas y no el ADN las encargadas de hacerlo.
El denominado experimento Avery-MacLeod-McCarty demostró en 1944 lo contrario y recondujo la atención hacia el ADN, y nueve años después Watson y Crick juntaron las piezas del puzzle genético. Al mismo tiempo la comunidad científica empezó a interesarse por otro ácido nucleico, el ARN, pero situado en el citoplasma y no en el núcleo, donde también se encuentran la partícula que produce las proteínas y que en 1958 recibió el nombre de ribosoma.
El paso siguiente fue descubrir el proceso de transmisión del código genético del ADN a los ribosomas, pero la estructura interna del modelo continuaba siendo desconocida.
A finales de los años 70, Ada Yonath decidió intentar generar estructuras cristalográficas de rayos X del ribosoma, a pesar de que esa opción era considerada entonces imposible. Para ello eligió una bacteria que vive en condiciones severas, el Geobacillus stearothermophilus, y en 1980 generó los primeros cristales tridimensionales, un gran logro pese a su imperfección.
Habría que esperar otros 20 años de duro trabajo, en una carrera a la que se unieron otros científicos como Steiz y Ramakrishnan, para que Yonath lograra generar una imagen del ribosoma en la que poder determinar la localización de cada átomo.
