Cuando el viernes pasado por la noche, día en que suelo entregar el artículo para El Adelantado, llegué a casa después de un intenso día y me preguntaba sobre qué tema escribir, me encontré con lo que Julián del Olmo escribe cada semana y que denomina ‘Salmos de Vida y esperanza’, con el título: ‘Preguntas y respuestas’. Me dije “miel sobre hojuelas”. Les invito a probarlas. Que les sienten bien:
“Me preguntas… que cuál es el “misterio de la vida” porque la vida da grandes alegrías y no pocas decepciones, inexplicables en ambos casos, y aunque las ciencias avanzan que es una barbaridad el “misterio de la vida”, se mire por donde se mire, nos desborda a todos.
Me preguntas… que cuál es el “misterio del ser humano” capaz de hacer obras grandiosas y maravillosas en favor de las personas y de la naturaleza y las más ruines y deleznables como incendiar un bosque, declarar una guerra y matar a su “hermano”, sin que el mejor psicoanalista del mundo pueda descifrar el misterio.
Me preguntas… que cuál es el “misterio de la muerte” porque su manera de proceder no tiene mucha lógica ya que lo mismo se lleva a un niño que a un joven o a una persona mayor y a la hora de encontrar explicación lo único que podemos decir es que, tarde o temprano, “todos moriremos”.
Me preguntas… que cuál es el “misterio del más allá” mucho más misterioso, si cabe, que los misterios del más acá porque después de muerto nadie ha vuelto a esta vida, si exceptuamos a Jesucristo: “Si buscáis a Jesús, el crucificado, no está en el sepulcro; ha resucitado” (Mt 28,5); y fue Jesús quien nos aportó los únicos datos fiables sobre “quién y qué” nos espera después de la muerte.
Te respondo… hay ‘preguntas’ cuyas ‘respuestas’ no se nos pueden dar porque no estamos preparados para comprenderlas, vivirlas y amalas;los ‘misterios’ se desvelan poco a poco para que su luz no nos deslumbre y ciegue, pero lo más importante es tener siempre a mano ‘razones’ para vivir, amar, creer, esperar y ser feliz.
“A ti clamo Señor, ¡escúchame! Ten compasión de mí, ¡respóndeme! No me dejes solo y sin amparo, pues tu eres mi Dios y salvador” (Sal 27,7)”.
Pensando en la dignidad del ser humano, en especial estos días en que hemos recordado a la mujer trabajadora, maltratada…, me pregunto cuál es la mejor manera de proclamar y defender esa dignidad. Es Miguel Ángel Mesa quien nos ofrece, en esta ocasión, en su carta “Contra el machismo, por la igualdad” una variedad de “canapés” que, de probarlos, nos permitirán saborear la felicidad:
“Felices quienes descubren en su más íntima intimidad el animus y el ánima, lo femenino y lo masculino que les habita desde siempre.
Felices quienes van definiendo a lo largo de su existencia, las líneas maestras de su ser personas, superando las presiones e imposiciones de lo que sea normativo en la sociedad.
Felices quienes no se sienten superiores a los demás por haber nacido varón.
Felices quienes se comprometen y trabajan por la liberación de todo lo que oprime a las mujeres, en cualquier parte del mundo.
Felices quienes se identifican y trabajan con un feminismo abierto e inclusivo, para dar a luz una sociedad diferente, un nuevo mundo, más humano, más divino.
Felices quienes nombran a Dios como Padre y/o Madre, como Ternura, como Sabiduría, como el Útero asombroso del que procede toda vida…
Felices quienes defienden a la mujer, soportando todas las críticas, en medio de una sociedad machista y androcéntrica.
Felices quienes se unen a todas las mujeres de la historia, a todos sus dolores, sus luchas y esperanzas, porque alcanzarán su más plena humanidad, porque se parecerán a Jesús, al mismo Padre y Madre Dios, a la Ruah, su Espíritu de audacia y de amor”.
