El aumento del desempleo, los recortes del gasto social y la desconfianza en la clase política han reforzado el malestar de los portugueses ante las elecciones legislativas que se celebrarán hoy.
La severa crisis que atraviesa Portugal, salvado de la bancarrota por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI), ha llevado a casi 700.000 ciudadanos al paro, el 12,4 por ciento de la población activa, y ha enturbiado la situación social lusa.
Además, el país deberá aplicar, como contrapartida al préstamo de 78.000 millones de euros, reformas en el sector laboral, la educación y la sanidad que pueden empeorar aún más el panorama y que han provocado ya la movilización de los más descontentos.
Los jóvenes, los más castigados por la falta de perspectivas y el desempleo, cercano al 30 por ciento, han protagonizado las primeras protestas generacionales que se han visto en el país.
Una de sus principales quejas es la precariedad en la que viven muchos, a menudo becarios eternos o trabajadores sin contrato ni cobertura social bajo el régimen de colaboradores autónomos, pagados a través de unos recibos de color verde que han dado nombre a su colectivo.
Geracao á rasca (generación en apuros), un movimiento juvenil nacido de forma espontánea a partir de un grupo de cuatro amigos insatisfechos con la situación del Estado, promovió el pasado 12 de marzo multitudinarias manifestaciones en varias ciudades cuyo eco en las urnas aún está por ver.
Convocadas como protestas políticamente independientes y pacíficas, juntaron a casi 300.000 ciudadanos en las principales urbes, en una protesta de dimensión poco habitual en este país.
Atadas de manos por los compromisos del rescate financiero, las dos grandes opciones políticas, socialistas y conservadores, no han recogido en sus programas las aspiraciones de este movimiento, que trajo para muchos evocaciones de la Revolución de los Claveles del año 1974.
Además, los principales sindicatos también se han movilizado contra el rescate financiero y los planes previos de ajuste fiscal del Gobierno del socialista José Sócrates, con recortes de salarios y el aumento de los impuestos.
Pero, al contrario que el menos claro destino electoral de las reivindicaciones, el caudal del descontento laboral parecen cosecharlo sobre todo los partidos marxistas del Parlamento, el Comunista y el Bloque de Izquierda, que cuentan con cerca de una quinta parte de los votos.
La Confederación General de Trabajadores de Portugal (CGTP) y la Unión General de Trabajadores (UGT, socialista) convocaron una huelga general el pasado 24 de noviembre que fue la primera conjunta desde 1988.
Mientras tanto, la CGTP, la organización laboral más poderosa con 700.000 afiliados, ha endurecido desde entonces su postura a raíz del anuncio de la ayuda exterior. Ahora prepara una campaña de protestas que ya han dado lugar este mes a un paro de funcionarios y manifestaciones callejeras.
El descontento social sumó, además, un nuevo capítulo en las últimas semanas con el eco que tuvo en Lisboa la protesta de la Puerta del Sol de Madrid. Lo que empezó con unas decenas de estudiantes concentrados ante el Consulado de Lisboa acabó por aglutinar a un heterogéneo movimiento dispuesto a expresar su descontento con la crisis.
Muchos jóvenes, en su mayoría portugueses, se congregaron cada día por centenares bajo el lema Democracia verdadera ya y abrieron una nueva interrogante política ante las elecciones de hoy.
