La situación en el este de Ucrania parece que ha tocado ya fondo. Al menos, así se deduce de las palabras del nuevo presidente del país, Petro Poroshenko, que aseguró ayer que los combates registrados en los últimos meses en las regiones orientales deben llegar a su fin «esta semana».
«Deberíamos hacer un alto el fuego», apuntó el mandatario, quien el pasado sábado juró el cargo. «Está muriendo gente todos los días, y cada día en el que Ucrania paga un precio tan alto es inaceptable para mí».
En este sentido, el magnate se comprometió a poner en marcha un plan de paz para las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, afectadas por la violencia entre las fuerzas gubernamentales y las separatistas.
Así, la primera medida de este proyecto es que los soldados de frontera retomen sus labores en las zonas en crisis «para que la seguridad de todos y cada uno de los ciudadanos de Ucrania esté garantizada, independientemente de sus creencias políticas».
Con este nuevo paso, Poroshenko se desdijo de sus afirmaciones, previas a su investidura, en las que aseveraba que la operación antiterrorista emprendida en el este entraba en una fase «ofensiva activa», si bien sí que ratificó que la actuación militar iba a ser «rápida».
Sin embargo, lo que tendría que ser motivo de júbilo en el este del país fue recibido con desconfianza, ya que los activistas prorrusos reaccionaron con reserva al anuncio de un alto el fuego.
«No sabemos qué ha dicho exactamente, pero dudamos de que retire las tropas», aseguró el primer viceprimer ministro de Donetsk, Andri Purhin. «Slaviansk ha sido atacada con lanzaderas Grad durante el fin de semana y los enfrentamientos continúan en Kramatorsk», agregó, en referencia a dos de las ciudades más afectadas de la región, que volvieron a ser bombardeadas por el Ejército de Kiev.
«Lo que Poroshenko quería decir con sus palabras sobre detener las hostilidades es algo que debe aclarar él mismo. En lo que respecta a nosotros, seguimos la movilización y los voluntarios continúan con sus preparativos para la defensa de Donetsk», precisó.
«No se puede confiar en esa gente», señaló, por su parte, un portavoz del autoproclamado Gobierno de Lugansk. «La movilización no ha terminado», agregó, en relación a las tropas gubernamentales desplegadas en la zona. «Estamos en guerra. No seremos los primeros en abrir fuego, sino solo para defendernos», avisó.
Tampoco desde el propio Ejecutivo de Kiev han tomado en consideración el anuncio del presidente, ya que los ministerios del Interior y de Defensa mejoraron las dotaciones del Ejército en las regiones del este, donde, según el ministro del Interior, Arsen Avakov, «las unidades están operativas al 100 por 100».
Mientras, los máximos responsables en política energética de Rusia, Ucrania y la Unión Europea, Aleksander Novak, Yuri Prodan y Günther H. Oettinger, respectivamente, se reunieron de nuevo en Bruselas, a 24 horas de que Moscú ejecute su amenaza de cortar el suministro de gas a Kiev por la elevada deuda adquirida con la empresa estatal Gazprom.
La cita, que al cierre de esta edición no había concluido, pretendía que el Kremlin abaratase los precios a sus vecinos, que acumulan ya varios meses de impago, lo que derivó en la amenaza de Rusia de suspender la venta. Esta decisión podría perjudicar notablemente al resto del Viejo Continente, por lo que la UE está especialmente interesada en que se rubrique un acuerdo que ponga fin a esta nueva contienda entre los dos países.
