Hay ladrones con la etiqueta de profesionales, ambiciosos en su ADN, que utilizan sofisticados métodos y estrategias, casi de película, para sus fechorías, logrando suculentos botines. También están los «cacos» o «rateros», autores de robos y hurtos marcados por una planificación un tanto chapucera y unos pobres resultados.Unos y otros han estado en la avenida de Fernández Ladreda, en diferentes días, a una distancia de apenas 50 metros. Los primeros desalojaron hace unos días por completo la joyería Muñoz, por el método del butrón. Los segundos, accedieron ayer, de madrugada, en un edificio de la misma avenida, pero para obtener, en este caso, un pobre botín de dinero en metálico, de apenas unos centenares de euros, según las primeras investigaciones.
Pese a haber podido sustraer ordenadores, de sobremesa y portátiles, equipos audiovisuales y fotográficos, material clínico y un buen número de objetos de indudable valor, los ladrones solo querían dinero en metálico. El problema, es que había poco en el edificio. Si no fuera por la enorme faena que ha supuesto este asalto para sus víctimas, el de ayer, comparado con el de la joyería Muñoz, podría calificarse casi como «de broma».
El edificio situado en el número 12 de la avenida de Fernández Ladreda, de cuatro plantas, está ocupado por unas 35 oficinas de empresas y despachos profesionales; de todo tipo y condición, desde una peluquería y una clínica dentista, hasta una empresa de cantería, un taller de joyería, una aseguradora o varios despachos de abogados y arquitectos.
No está claro como pudieron acceder los ladrones al edificio. Unas versiones apuntan que entraron por el portal, manipulando la cerradura, cuando no quedaba ya nadie en el edificio. Otra hipótesis que cobra fuerza es que los amigos de lo ajeno se camuflaron en el interior del edificio. Y cuando certificaron que no había testigos, salieron de su escondite e iniciaron una carrera enloquecida en busca del dinero, su obsesión.
Tras manipular el cuadro eléctrico —para inutilizar el sistema de luces, que se encienden al paso de las personas en los pasillos—, los ladrones fueron, planta por planta, intentando acceder a todos los locales y despachos.
No obstante, en algunas plantas del edificio, existen medidas de seguridad adicionales, como una verja y una puerta blindada, que impiden acceder a los largos pasillos donde se ubican, a uno y otro lado, los negocios. Los despachos situados en estas plantas se salvaron del robo. Y no porque los cacos no lo intentaran. La puerta blindada fue forzada y desprovista del bombín. Sin embargo, debieron mirar por el agujero y observar en el techo las luces rojas de las cámaras de vigilancia —instaladas por un negocio que se ubica en ese pasillo—, por lo que, ante el riesgo, optaron por pasar a otras plantas del edificio.
Los ladrones accedieron finalmente a 12 despachos o locales, rompiendo el bombín de las cerraduras. «Se han llevado las cerraduras para que la Policía no sepa qué método han utilizado para abrirlas», afirma ayer Julia Manso de Frutos, que regenta la oficina de AXA seguros, en la cuarta planta, y donde también entraron los cacos.
Aquí sabían donde estaba el dinero. Julia no había hecho un recuento exacto, pero calculaba que, en billetes y monedas, se habían llevado entre 300 y 400 euros. Lo curioso es que los ladrones no quisieron llevarse las monedas de 10 y 5 céntimos, aunque sí el resto. Había tabaco, décimos de lotería….Ni caso. Solo querían dinero.
Como curiosidad, para acceder a una habitación interior, en el mismo local de la aseguradora AXA, los ladrones se molestaron en buscar la llave en un cajón de una mesa para abrir esta puerta. Y tras abrirla e inspeccionar su interior, dejaron la llave en una silla, para que su dueña lo pudiera encontrar al día siguiente. «Cuando me llamaron para informarme del robo, pensé que estaría todo patas arriba y no ha sido así, sabían donde estaba el dinero, que es lo único que querían», dice Julia.
Los agentes de Policía Nacional buscaron huellas de los presuntos ladrones en la oficina de AXA —donde, por aquello de tener hilo directo, la agencia de seguros colocó la nueva cerradura en apenas diez minutos—; al igual que en el resto de locales asaltados. Entre ellos, Peluquería Goyo, donde sus propietarios, Goyo y Pilar Gutiérrez, contaban ayer con alivio que, pese a que los ladrones habían entrado al local, no habían sustraído nada. «Lo de la cerradura es una faena, quizá haya que tomar más medidas de seguridad», comentan.
Donde sí sustrajeron dinero en metálico fue en la clínica dental de los odontólogos Enrique Casas y Ana Sanjosé. Fueron apenas 100 euros. Sin embargo, a la asistente en la clínica, Eva Mateo, el susto todavía le rondaba. «Entré por el pasillo, no había luz, estaban todas las puertas abiertas, no me atreví a entrar hasta que no lo hizo antes la Policía», afirma.
Forzada también estaba la cerradura del despacho del abogado Juan Antonio Fresnillo. En ausencia del abogado, y a la espera de que éste hiciera inventario, los empleados apuntaban que no habían echado nada en falta, salvo que los ladrones dieron buena cuenta de unas galletas que tenía una de las trabajadoras. Y, educados ellos, depositaron después la caja vacía en la papelera.
El delito de robo con fuerza en las cosas se sanciona con penas de 1 a 5 años de cárcel (artículos 240 y 241 del Código Penal). A la vista del botín obtenido, está claro que los ladrones asumieron demasiados riesgos. Todo, por apenas un puñado de euros.
