Con una temperatura veraniega, Abades celebró ayer la romería llamada ‘Cuatrojunio’, una de las escasas romerías segovianas de primavera con fecha fija, con la que los vecinos del pueblo honran a su patrona, la Virgen de los Remedios, al tiempo que recuerdan el brutal pedrisco que asoló al término municipal y a otros colindantes el 4 de junio de 1878.
Como ya es tradicional cada 4 de junio, la Virgen de los Remedios fue trasladada por la mañana en procesión desde la iglesia de Abades hasta su ermita, donde se ofició una eucaristía. Luego, el Ayuntamiento ofreció un refresco a todos los asistentes. El buen ambiente reinó en la pradera colindante a la ermita, a la que este año acudió mayor número de devotos que en años precedentes, quizá como consecuencia de que la romería cayera en viernes, lo que propició que numerosos hijos de Abades ahora residentes en Madrid hicieran un ‘gran puente’ desde el jueves, día festivo en la capital de España.
La romería continuó por la tarde. Después del rosario en la ermita, la Virgen de los Remedios fue sacada en andas a la pradera. A diferencia de ediciones precedentes, esa labor no la llevaron a cabo los mayordomos, ya que nadie ha ocupado este año dicho cargo, un hecho muy comentado en Abades que previsiblemente no volverá a repetirse, puesto que a partir de 2011 se elaborará un listado para que todos los miembros de la cofradía de Nuestra Señora de los Remedios ocupen, cuando les corresponda, esa responsabilidad.
En la pradera se sucedieron las jotas castellanas. Entre una y otra, varios mozos volteaban las campanas de la ermita, una imagen ya poco frecuente en las romerías.
La Virgen de los Remedios dio la vuelta a su ermita, pasando entre puestos de venta ambulante, chiringuitos y atracciones para los más pequeños. Hasta que, finalmente, entró de nuevo en la ermita, donde se procedió a la subasta . Primero, para colocar a la imagen en el altar. Luego, para subir a la Virgen de los Remedios a su trono. Acabado este ritual, muchos devotos quisieron pasar a la sacristía de la ermita, para subir desde allí a la parte trasera del trono de la imagen, con la intención de tocar su manto.
La fiesta no habría de acabar en ese momento. Las meriendas empezaron a dejarse ver en la pradera y, cuando el yantar llegó al postre, en el pueblo quedaba todavía algo de jarana, con la espectacular orquesta ‘Fussión’.
Historia de un pedrisco
“El año setenta y ocho / para Abades ha de ser / de eterna y triste memoria / por lo que ha pasado en él (…) El día 4 de junio / se preparó un gran nublado / y en menos de un cuarto de hora / todo lo dejó asolado”.
Así escribió lo acontecido en aquella fecha un labrador, Fermín Aragoneses, autor de unos versos que todavía corren de mano en mano entre los vecinos de Abades.
Según la tradición oral que se ha ido transmitiendo de generación en generación, el pedrisco tuvo lugar sobre las cuatro y media de la tarde de ese día, cuando comenzaron a caer granizos del tamaño de los huevos de una gallina. La memoria popular recuerda que el término quedó en una situación catastrófica, sin que se pudiera salvar ni una sola de las cosechas.
Sin embargo, el pueblo se sobrepuso a base de lucha, y cuatro años después del suceso, en 1882, decidió recordar la fatídica fecha con una romería con la que los vecinos querían pedir a su patrona que, en lo sucesivo, les librara de más catástrofes naturales. Así comenzó la romería del ‘Cuatrojunio’, que sustituyó a la festividad en honor a la Virgen de los Remedios que tenía lugar el segundo domingo después de Pentecostés.