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¿Por qué soy cristiano?

¿Era verdaderamente Jesús el que esperábamos, el que iba a cambiar nuestras vidas?

por El Adelantado de Segovia
14 de diciembre de 2025
JESUS VIDAL CHAMORRO
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La Noche oscura

Las cofradías

Signos

¿Era verdaderamente Jesús el que esperábamos, el que iba a cambiar nuestras vidas? Esta es la pregunta que se hace Juan desde la cárcel. Y envía a unos discípulos para que se la hagan a su vez a Jesús. Es una duda que también puede asaltarnos hoy a nosotros, los cristianos. ¿Es Jesús de Nazaret aquel que esperábamos para acabar con el poder y la fuerza del mal en este mundo, con la violencia, con el sufrimiento y las lágrimas? A primera vista parece evidente que no. Lo mismo le debía parecer a Juan Bautista, en la cárcel, intuyendo una posible condena a muerte que finalmente llegaría cocinada entre la vanidad de Herodías y el orgullo de Herodes.

La respuesta de Jesús a los enviados de Juan no es directa. No les dice simplemente: «sí, yo soy». En cambio, parece provocarles haciéndoles levantar la mirada: «mirad, mirad con más hondura y detenimiento, y podréis juzgar por vosotros mismos». Jesús les señala los signos que realiza y que anuncian la presencia de una nueva bondad, de un nuevo poder curativo en el mundo. Y los lleva a preguntarse qué buscaban cuando salieron a buscar a Juan al Jordán y qué vieron en él para seguirle. No fue ciertamente el poder de los ejércitos o la grandeza de los palacios, lo que vieron y les movió a seguir a Juan como discípulos.

Hace unas semanas, en la visita pastoral, un adolescente me preguntó: «¿Por qué eres cristiano?» Una buenísima pregunta, pues no podemos dar nada por descontado, ni siquiera para un obispo. Por eso me sentí provocado al tener que dar razón de mi fe ante un joven, para el que no podían valer cuentos ni juegos semánticos. Tras pensarlo un momento, respondí. «Por lo que he visto». Es así. Por lo que he visto en mí y en tantas personas a lo largo de estos años. He experimentado cómo cuando nos abrimos a la presencia de Jesucristo en nuestras vidas, sin cambiar aparentemente nada, en realidad lo cambia todo y, sobre todo, nos cambia a nosotros. Dice Benedicto XVI, comentando este evangelio, que Jesucristo no ha hecho una revolución cruenta, no ha cambiado el mundo con la fuerza, sino que ha encendido muchas luces que forman a la vez un gran camino de luz a lo largo de los milenios.

Estas luces, los signos que hoy podemos ver, están delante de nuestros ojos, no hace falta más que alzar la vista de las pantallas, mirar en profundidad y dejarse interpelar por ellos. Es cierto que también vemos mucha pobreza, mucha violencia y engaño, mucha oscuridad. Pero si guardamos un poco de silencio visual, descubriremos que hay un pequeño hilo de luz que atraviesa la historia y se abre camino, que no puede ser apagado. Es la caridad de Cristo, que va conquistando corazones en cada generación y es capaz de sacar amor de la oscuridad del mal.

Estos días estoy leyendo despacio la encíclica de León XIV, Dilexit te (“Te amó”), sobre el amor cristiano a los más pobres. Tiene algunas perlas muy impactantes, que son una verdadera provocación. Una de ellas es cuando dice que «la Iglesia es luz solo cuando se despoja de todo. La santidad pasa por un corazón humilde volcado en los pequeños.» Y señala una innumerable lista de hombres y mujeres que a lo largo de la historia han dejado que el amor de Cristo les conquistase y moviese su mirada hacia los más pobres para encontrar a Jesús en ellos.

A lo largo de mi vida, en el camino de seguimiento a Jesucristo me he encontrado con muchos de estos hombres y mujeres, pequeños y enamorados de Cristo, que se han dejado conquistar por él y van siendo convertidos en luz para los demás. Y, porque no reconocerlo, he visto también que, en medio de mis oscuridades, cuando me he dejado tomar por Dios Él ha hecho que mi vida ilumine a otros. Y no hay nada más bonito en esta vida que ser luz para otros.
—
* Obispo de Segovia.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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