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Por qué Feijóo puede perder las elecciones

por Jesús A. Marcos Carcedo
12 de octubre de 2022
en Tribuna
JESUS A. MARCOS CARCEDO
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La oposición externa al gobierno de Sánchez se frota las manos viendo los resultados de las encuestas en los últimos meses y dan por sentado que no sólo les da ventaja sustancial la larga sombra del efecto Feijóo, sino que, sobre todo, se la dan la deriva de la economía y las excentricidades y extremismos de las leyes y políticas impulsadas desde la Moncloa. Sin embargo, no está tan claro que el PP vaya a ganar las elecciones y, menos aún, que vaya a obtener, frente al PSOE, una ventaja suficiente como para establecer una coalición con Vox que le permita gobernar. Por lo pronto, la media de los sondeos refleja un cierto decaimiento de los populares en las últimas semanas y, en las encuestas de medios inclinados a la izquierda, la distancia es mínima entre los dos partidos. Pero no sólo es eso: el PP puede perder porque confía demasiado en ciertas líneas estratégicas y carece de alternativas suficientemente sólidas en otras.

Creen los de Feijóo que la economía es el talón de Aquiles que tumbará al gobierno de la izquierda radical. Pero, en realidad, la política económica del gobierno ni es ni puede ser tan radical como quisieran algunos de sus miembros porque el contexto en el que se desenvuelve lo impide por principio. Y, lo que es más importante, los desbarajustes en la gestión no se van a traducir en un desastre social inmediato, que afecte a las tendencias en las próximas elecciones. Hay crecimiento económico, sea poco o mucho, un relativo control de la inflación, hay cifras de cotización a la seguridad social como nunca y los presupuestos del Estado, hoy por hoy, acuden en ayuda del populismo social, del que la anunciada subida de las pensiones es el gran ejemplo. ¿Puede ofrecer el Partido Popular una alternativa sólida a todo esto y que, a la vez, atraiga al electorado, cuando ni siquiera se ha atrevido a criticar ese aumento de las nóminas de los jubilados, cuya respuesta en las urnas —son un 30 por ciento de los votos— trata de ser manipulada por todos? ¿La insistencia en bajar impuestos y en la inviolabilidad de los beneficios empresariales no suenan ambiguos y rancios de cara a las urnas?

Pero, si de economía los populares al menos hablan y sostienen que sus fórmulas son mejores que las de sus rivales, poco o nada sabemos los ciudadanos de cuál sería su política para Cataluña. ¿Aplicar de nuevo el 155 o algún otro método coercitivo, cuando el independentismo ha demostrado ser capaz de ocupar e incendiar las calles sin grandes problemas? ¿Y desde qué posición negociaría un partido que apenas tiene allí representación parlamentaria? La política de pactos de los socialistas puede antojarse repulsiva, pero ha hecho desaparecer las algaradas, ha dividido al nacionalismo y ha conseguido que su propio partido sea el más votado. ¿No tememos todos que un gobierno de la derecha, amparado, además, por Vox, uniría otra vez al nacionalismo, echaría a los radicales a la calle, colapsaría la economía y mantendría extinto al PP catalán? Y algo parecido sucede en el País Vasco, aparentemente apaciguado, pero en el que, de no detenerse el ascenso de Bildu, la situación podría hacerse muy difícil. Feijóo parece ser consciente de estas dificultades y trata de maniobrar para abrir cauces nuevos en Cataluña, pero poco es el tiempo que le queda para lograrlo.

Y, por último, pero de gran relevancia, dada la superficialidad de nuestras apreciaciones políticas, la imagen de Pedro Sánchez, su aspecto y su manera de desenvolverse, resulta más atractiva para el gran público que la de Feijóo. No sólo es que sea alto y guapo, sino que habla bien y con soltura, usa su turno de palabra con acierto retórico y se mueve con cierta elegancia juvenil.
En cuanto a su déficit de empatía, no creo que sea tan acusado como pretenden sus rivales políticos. Desde mi punto de vista, Pedro Sánchez sólo tiene un fallo relevante y es que se achanta en las distancias cortas: no sabía imponerse en los debates televisivos de las pasadas elecciones. Pero eso fue entonces, no sabemos cómo se mostrará en las de 2023. A su lado, Feijóo ofrece la imagen de un hombre más antiguo, menos elástico, de dialéctica y ademanes más toscos. Difícil será que, a la hora de la verdad, consiga arrebatar la Moncloa a Sánchez… Aunque otras cosas más raras se han visto, como cuando un Aznar de bigote demodé echó del Olimpo al divino Felipe.

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