Mariano Rajoy vuelve a la escena pública, esta vez alejado de la contienda parlamentaria y más cerca de la reflexión pausada. El expresidente del Gobierno presenta El arte de gobernar, un libro en el que repasa las lecciones, decisiones y episodios que marcaron sus años al frente del Ejecutivo.
La presentación en Segovia, este martes, en el Teatro Juan Bravo a las 19;30, llega en un momento en el que el debate sobre la calidad institucional y la estabilidad política ocupa un lugar central en la agenda pública.
—¿Qué le llevó a escribir El arte de gobernar ahora y no antes?
—Manuel Pimentel, el editor, y Benigno Pendás, presidente de la Academia de Ciencias Morales y Política, me convencieron de la oportunidad de hacer un ejercicio de recopilación de algunas de convicciones sobre lo que significa la vida pública a raíz de mis experiencias personales y me pareció que tenían razón. Yo ya había escrito dos libros después de mi salida del Gobierno. En el primero, Una España Mejor, venía a resumir lo más importante de lo que me tocó hacer al frente del Gobierno; el segundo Política para Adultos analizaba lo que supuso la ofensiva populista en España. Este no es un tratado de política, pero sí un conjunto de reflexiones sobre la política.
—¿Cuál diría que es la tesis central del libro? Si tuviera que resumirlo en una idea fuerza para el lector, ¿Cuál sería?
—Que la buena política exige respeto a la realidad y respeto a las personas. La ideología, por sí misma no garantiza ni lo uno ni lo otro.
—Usted advierte contra el populismo y los “extremismos”, tanto en España como en el contexto internacional. ¿Qué rasgos concretos hacen, a su juicio, que una propuesta política se convierta en populista y deje de ser simplemente una opción legítima dentro de la democracia liberal?
—La falta de respeto a las instituciones y pretender que la supuesta voluntad popular está por encima de las leyes. El populismo tiene muchas características: la demagogia, el adanismo, la superioridad moral, la falta de responsabilidad, pero, a mi juicio, lo fundamental es que busca siempre saltarse los límites apelando a la voluntad de la mayoría. Pero en democracia, la mayoría también se tiene que someter al dictado de la ley. Lo que distingue a las democracias no es el hecho de votar, también se vota en algunas dictaduras, sino los límites y los controles a los que se está sometido el poder.
—En el libro insiste en la importancia de la moderación y de las instituciones. ¿Qué cree que más ha cambiado en la cultura política española desde que usted empezó en política hasta hoy y cómo afecta eso a la manera de hacer política?
—Han cambiado muchísimas cosas, yo empecé pegando carteles con cola y ahora se hace política en Tik tok. Pero lo fundamental de la política sigue siendo la aspiración de mejorar la vida de la gente. Cuando yo empecé como presidente de la Diputación de Pontevedra, mejorar la vida de la gente era llevar la luz eléctrica o el teléfono a las aldeas más remotas de Galicia, hoy es conseguir que cuenten con 5G o con unos servicios sanitarios garantizados. Eso es lo fundamental, pero es cierto que esta ola populista hace que nos olvidemos de lo fundamental y nos distraigamos con peleas sobreactuadas y a menudo estériles.
—Usted ha afirmado que “sin independencia judicial la democracia pierde calidad” y ha mostrado preocupación por los ataques a la Justicia. ¿Dónde ve hoy los principales riesgos para la independencia judicial en España?
—La independencia judicial es un valor sagrado de la democracia, es lo que permite que se haga realidad el principio de que todas las personas somos iguales ante la ley. Lo que hemos visto en estos últimos años son ataques a la justicia por parte de políticos que precisamente buscan impunidad por ser políticos. Lo hemos visto en el caso de los independentistas catalanes, a quienes se les ha amnistiado por puro interés político. Y ahora lo vemos también en las criticas absolutamente intolerables al Tribunal Supremo por parte de miembros del Gobierno. Esto nunca había ocurrido en España. Y también es extremadamente preocupante el proyecto del Gobierno de modificar el acceso a la carrera judicial o el modelo de enjuiciamiento. Afortunadamente, hasta ahora no ha conseguido sacarlo adelante pero su intención es declarada.
—¿Qué síntomas le indican que, como ha dicho recientemente, vivimos uno de los periodos más sombríos de la democracia española?
—Esos ataques nunca antes vistos a la justicia, por ejemplo. La polarización y la ruptura de consensos básicos; la falta de respeto a las instituciones y a los ciudadanos – hay que ver qué cosas dicen algunos ministros- ; la ocupación de las instituciones: el CIS de Tezanos, Televisión Española, etc. Hasta han logrado enfrentar al Cervantes con la Real Academia. Por todas partes han sembrado polarización y enfrentamientos. Y todo es producto de un pecado original: el pacto antinatura del PSOE con los golpistas catalanes y los herederos políticos de ETA. Ese Frankenstein ha envenenado la política española y ha sometido a las instituciones democrática a una presión intolerable
—Mirando hacia atrás ¿cuál diría que fue su mayor acierto de Gobierno que quizá no se le ha reconocido lo suficiente?
—Probablemente la gestión económica que evitó el rescate de España. Otros países sí fueron rescatados y, por ejemplo, tuvieron que recortar severamente las pensiones. No fue el caso de España y creo que todavía hoy estamos disfrutando de algunos efectos positivos de las reformas que hicimos entonces. Yo me encontré una España con seis millones de parados y dejé otra que creaba más de medio millón de empleos al año.
—Y, en clave de autocrítica ¿hay alguna decisión que hoy tomaría de otro modo, o algún conflicto que gestionaría de forma distinta?
—En lo sustancial no. Siempre me guié por lo que interpretaba como el interés general en cada momento, aunque no coincidiera con mis intereses políticos o con la opinión mayoritaria. No me arrepiento de ello.
—Hace poco ha dicho que en España “ya no hay tanto un problema ideológico como un problema de democracia y de Constitución”. ¿Qué quiere decir exactamente con eso?
—Las cosas que estamos viendo son absolutamente insólitas y dudosamente democráticas ¿A quien se le hubiera ocurrido hace años que todo un Fiscal General del Estado iba a ser condenado y que no hubiera dimitido antes del juicio por puro respeto a la institución? ¿Cómo es posible estar en el Gobierno durante tres años sin aprobar ni una vez los presupuestos en toda una legislatura? Este tipo de cosas nunca vistas son las que muestran el grave deterioro institucional.
—España vive una fuerte polarización política y un clima de desconfianza entre Gobierno, oposición y poder judicial ¿Qué responsabilidad tienen los grandes partidos en haber llegado a esta situación y qué pasos concretos deberían dar para rebajar la tensión?
—Cuando alguien llega al poder y lo primero que dice es que va a levantar un muro contra media España, todo lo demás viene por añadidura. Es urgente recuperar los consensos básicos porque esos acuerdos de fondo dan estabilidad y serenidad a los países. Es preciso también volver a mirar a la centralidad de la sociedad española; es cierto que hay mucho extremista, pero son muchos más los españoles moderados y sensatos que acaso no gritan ni insultan, pero están ahí. Alberto Núñez Feijóo está haciendo un esfuerzo por atender a esta importantísima parte de la sociedad española y ofrecer soluciones creíbles a sus problemas. Aquí quien habla de vivienda es el PP, quien habla de calidad en el empleo es el PP, quien baja los impuestos es el PP…
—¿Es optimista sobre la capacidad de la democracia española para regenerarse y salir reforzada de este momento o teme que estemos entrando en una degradación más profunda y duradera? ¿Qué le diría a un joven que hoy quiere dedicarse a la política, pero mira el panorama con excepticismo?
—Le diría que no lo dude y se anime a entrar en política. Las cosas solo pueden mejorar cuando nos comprometemos con ellas. A mí la política me ha dado muchísimo y conozco a muy poca gente que se haya arrepentido de haber dedicado una parte de su vida a esta actividad. Aunque a veces se olvide, en la política también hay compromiso, generosidad y patriotismo.
