Cuando más de doscientos polacos llegados de diferentes puntos de Madrid y de los alrededores de la Sierra se unen para celebrar el Día del Niño, que en Polonia tiene lugar cada 1 de junio, sucede lo que ocurrió ayer en la localidad segoviana de El Espinar. Que una esquinita del territorio de La Panera es marcada con banderas blancas y rojas, y un trocito de la mente de aquellos españoles que se acercan a curiosear, es conquistada por la amabilidad de una colonia que en Segovia ronda las setecientas personas, y que parece no dejar de crecer.
Las razones de este continuo incremento de población polaca las contaba, plato y tenedor de plástico en mano dispuestos a conquistar una buena ración de Bigos (una mezcla de col agridulce con especias, setas y chorizo polaco), el cónsul en Madrid de éste país, Czeslaw Baranski, diciendo que “la gente de Polonia viene a España porque sabe que aquí es tratada muy bien, que hay una amabilidad que no existe en otros países de Europa y que los españoles tienen un buen concepto nuestro; saben que somos gente que venimos a trabajar”. Un par de horas más tarde, y con horario de comida español pese a llevar únicamente cinco meses en su cargo, lo refrendaba el embajador de Polonia en España, Ryszard Schnepf, agregando que “los polacos en España se sienten como en casa; aquí siempre han encontrado un ambiente abierto, tienen todas las condiciones para vivir bien y se encuentran con gente que trata de ayudar”.
Con sus gafas de sol, su camisa de rayas y sus pantalones blancos, muy alejado del habitual traje de chaqueta y corbata que siembra respeto y sacude importancia, el embajador, al igual que el cónsul, eran dos ejemplos más de toda naturalidad en medio de la naturaleza. Dos trabajadores más entre tanto personal del mundo de la construcción o de las casas, los más abundantes entre hombres y mujeres respectivamente de la colonia polaca. Dos personas más entre tanto niño, alumnos de los dos colegios polacos de Móstoles y Madrid, y entre los que faltaban los del Karol Wojtylla de Segovia, que por otras celebraciones no acudieron finalmente a la cita.
Aquellos que no se acercaron no pudieron disfrutar de un día de sol entre el olor a pino y la frescura del río, en el que el intercambio de palabras en castellano y polaco fue como el mejor partido de tenis entre dos futuras estrellas de la ATP. Quizás por ello, y por que después de una década los polacos sigan celebrando este día familiar en El Espinar, el alcalde de la localidad, David Rubio, que desde el territorio conquistado tuvo grandes palabras para la colonia polaca, no dudó en invitar al embajador a la próxima edición del Open Castilla y León de Tenis de El Espinar, que tendrá lugar a principios de agosto. Si Ryszard Schnepf acepta la invitación, Polonia tendrá otra oportunidad para seguir conquistando de manera amistosa un territorio y una gente con la que, a juzgar por lo visto ayer, ya tiene mucho ganado.