Hace unos días la gata Simona (que así la conocíamos quienes tratábamos de rescatarla) sufrió un golpe brutal en su cabeza con resultado de muerte. Su historia es, por desgracia, la historia de otros tantos gatos en nuestra ciudad. Le hablaré de Simona porque lo he vivido en primera persona, pero podría llamarse de cualquier otra manera.
Simona era una gata dulce y cariñosa. No sabemos si la abandonaron, si se perdió, o si simplemente confiaba demasiado en el humano. Vivía en una comunidad de vecinos en la calle Santa Catalina del Barrio de San Lorenzo. Respondía a su nombre y se tumbaba a tu lado para que la rascaras. Nosotros, que nos habíamos ocupado de acomodarle un cuarto como refugio provisional y buscarle un hogar para siempre, estuvimos días y noches intentando rescatarla.
Me atrevería a decir que todo el mundo en aquella calle sabía de nuestras intenciones. Los vecinos de la comunidad estaban informados (vecinos que, por cierto, están colaborando con todo hasta el final), así como los operarios de la obra que se estaba desarrollando en el patio comunitario donde vivía Simona. Allí dormía y allí parió a sus cachorros.
Querido director: la historia de Simona es una historia de dolor y sufrimiento. Los que queríamos el bien para ella no pudimos ganar a los que mataron a sus crías (solo sobrevivieron dos). Los que queríamos que por fin tuviera un hogar no pudimos ganar a los que la mataron de un golpe en la cabeza. Si algún lector se pregunta por qué no la cogimos antes le diré simplemente que no pudimos, aunque empleamos todos los medios a nuestro alcance: trasportines, jaulas-trampa de diversos tipos, y hasta una caja. Todas las veces se nos escapó.
Todas menos la última. El pasado sábado después de dos días desaparecida Simona apareció en el mismo patio de vecinos donde vivía con la cara destrozada. Según el informe veterinario presentaba un golpe compatible con una patada, o algún tipo de agresión dirigida a su cabeza: rotura de mandíbula, hemorragia… Murió a la una de la mañana y en silencio en la mesa del quirófano. Los malos ganaron. Le arrebataron la oportunidad de ser feliz. Y su cría, que estaba esperándola en la habitación que les habíamos acomodado, no volvió a verla.
Contamos la historia de Simona porque Simona es la gata que ha colmado el vaso del maltrato animal en nuestra ciudad. A Simona se le unen los gatos envenenados en San José hace un par de años, los gatos cosidos a perdigones en Zamarramala, los gatos abandonados en nuestra ciudad que acaban atropellados… A Simona se le unen en resumen todos los gatos indefensos que pueblan las colonias de nuestra ciudad y el dolor de sus alimentadoras. Simona nos ha dejado el corazón en un puño, pero también un sueño: que Segovia se convierta en una ciudad pionera en los derechos de los animales.
Y una última petición: dado que los hechos están denunciados donde corresponde, si alguien cree que puede ayudarnos o ha visto algo, por favor, que se ponga en contacto con nosotros en justiciaparasimona@gmail.com.
Muchas gracias.