El duro y solvente Manifiesto que más de 200 intelectuales, políticos, significados ex ministros, filósofos,etc. han hecho público bajo el título “Cesar la infamia: Pablo Iglesias debe ser sustituido” tiene –en mi opinión- un calado más profundo y un recorrido mayor que el tratamiento que ha tenido en la mayoría de los medios de comunicación de este país. El hecho de que personajes de todo signo ideológico de la política (como Joaquín Leguina, Nicolás Redondo, Francisco Vázquez, José Luis Corcuera, Manuel García Margallo, José Maria Múgica, Soledad Becerril, Cayetana Alvarez de Toledo) o de la cultura (César Antonio Molina, Fernando Savater, Félix de Azúa, etc-) coincidan en el concepto que tienen de la conducta y su desvío del ejercicio democrático del poder (desde su posición además como vicepresidente del Gobierno) del parlamentario Pablo Iglesias sustentadas –afirman- en la demagogia y el frentismo así como sus constantes ataques a la Constitución y hasta la Jefatura del Estado como pilar fundamental de la Transición democrática y el sistema parlamentario a que condujo, hasta el punto de pedir abiertamente a su presidente Pedro Sánchez el cese fulminante de Pablo Iglesias como miembro del actual Gobierno –más que cuestionado- donde se revelan con excesiva frecuencia discrepancias y enfrentamientos muy sólidos con la mayoría de los componentes del Consejo de Ministros, no es que sea verdaderamente un mal menor derivado de la dinámica política diaria. Por cierto más volcada hoy –como viene denunciándose en distintos foros- en restañar semejantes desencuentros y tensiones que en atajar las consecuencias que está produciendo la alocada carrera del COVID. Esa apreciación del colectivo “La España que reúne” que ha dado a luz el Manifiesto –que no es el primero, si recordamos aquel otro que en su día encabezaran Felipe González y Alfonso Guerra- instando a la destitución del vicepresidente Iglesias, reflejo del sentir de la clase política y social. tiene, como digo, contenido y carga suficiente para que Pedro Sánchez pueda reflexionar sobre semejante medida sugerida, aunque ello supusiera la ruptura del pacto de coalición que permitió en su día su consolidación en la Moncloa, desdiciéndose de lo afirmado antes de que Iglesias lo certificara. Sin embargo, ese ascenso significó el acercamiento al poder de grupos afines a Iglesias de inspiración comunista, separatistas, negacionistas de la libertad democrática, pro etarras, independentistas,etc. que han impulsado al presidente hacia concesiones que traspasan con mucho las líneas de la convivencia política y social que toleran los constantes ataques a una España en libertad, ahora temerosa de su destino.
En el poco probable caso de que se disolviera el “maridaje” Sánchez-Iglesias (poco posible por la resistencia de ambos a semejante solución pensando cada uno en el horizonte que les esperaría; perdiendo el fuelle de su sustentación uno; y el otro, además de eso, enfrentándose a causas pendientes con los Tribunales) el Consejo de Ministros tendría un miembro menos, renacería la calma imprescindible para una deseada normalidad y, además, muy posiblemente se daría un cierto alejamiento de ciertos grupos de los focos de poder a los que se aproximaron por su identificación y tolerancia con el vicepresidente.
Eso podría significar una pérdida de equilibrio en los apoyos institucionales al status del presidente Sánchez lo que tal vez pudiera generar un profundo acto de contrición y en consecuencia una nueva estrategia de gobierno con las manos libres sustentada en pactos naturales con otros grupos alejados de extremismos y radicalizaciones perturbadoras en el marco de una Democracia ciertamente asentada pero dañada, según los más de esos 200 firmantes del Manifiesto repudiando a Iglesias.
Por eso digo que ese documento político-cultural (que no deja de ser sino la expresión de un sentimiento ciudadano muy extendido) tiene sin duda un mayor calado de lo que parece. Otra cosa es que sea compartido –que creo que no- en las dóciles áreas de debate y de la gobernabilidad del Estado. Es un decir.
