El bueno de Pedro era el nieto favorito de su abuela Paulina, quizá porque llevaba el nombre del abuelo que no conocieron. Eso se notaba porque el trato era muy diferente al resto. Cuando se quedaba ella a su cuidado, si cometía alguna trastada, era el único nieto que no recibía un cachete o un azote; los demás sí, cosa que les parecía absolutamente injusto.
Su actividad deportiva la inició relativamente pronto. Comenzó haciendo carreras de atletismo, y entrenaba entre los bloques de Pio XII, en el barrio dónde transcurrió toda su infancia y juventud. Cuando estudiaba EGB, conoció a Frutos, un amigo que le metió el gusanillo de la bicicleta, y pronto empezó a competir. Fichó por un equipo de aficionados y las cosas cambiaron radicalmente. Moncho, el director deportivo, cuidaba mucho a sus muchachos. Julio, el padre de Pedro, puso algunas pegas por tener que compartir estudio, entrenamientos y competición; de hecho, le advirtió: “lo primero son los estudios y luego la bici” ¡Quién le iba a decir a don Julio que después ganaría un Tour de Francia!
La mili la realizó en Tenerife, compitiendo en un equipo con el que logró varias victorias, a pesar de que carecía de tiempo para entrenar. Terminada la mili tenía que decidir: estudios o el ciclismo profesional. Decidió compatibilizar este deporte con los estudios de Enfermería; pero llega otro momento que implica otra decisión: su equipo le selecciona para correr la Vuelta a España; y, al mismo tiempo, realizar las prácticas de Enfermería.
(Este personaje genuino continuará).
