Se podría decir que soy bilingüe, desde que, hace ya, más de 35 años, me hice fan de la saga “Bola de Drac” (Bola de Dragón) y de la serie británica “Els Joves” (Los Jóvenes) en TV3 y en catalán. Sin embargo, no fue hasta unos años más tarde, viviendo ya en La Granja, cuando tuve que hacer gala de dicha condición… verán:
Como cada día, andaba tomando café con otros vecinos, en la Plaza de los Dolores cuando, tres o cuatro parejas de turistas sesentones, entraron en el bar. Estos, inmersos en su conversación en catalán, manifestaban, con un “marcat acento del Ebre” (marcado acento del Ebro) una magnífica impresión acerca de la belleza del patrimonio y del entorno palaciego.
Tras un breve refrigerio, uno de ellos marcó al resto, una dirección equivocada a la hora de seguir su camino y como, por lo que yo había oído, su siguiente destino era la Real Fábrica de Vidrio, intervine para corregirle. Para ello, utilicé un catalán de TV3, el “normalizado”, para indicarles que iban en sentido contrario.
Me miraron sorprendidos y seguidamente me preguntaron, si sabía catalán. Sin saber muy bien por qué, les respondí, de nuevo, conforme los cánones de “normalització lingüística”, que en La Granja, todos hablábamos catalán. Bueno, también les haré partícipes de que, al momento y para ganar en credibilidad, rectifiqué diciéndoles que todos, no, que había uno trabajando en el ayuntamiento, que todavía no era capaz de salvar semejante hecho diferencial. Me miraron entre incrédulos o sorprendidos y al momento, simplemente, nos reímos. Después, con un “adeu, bon dia” (adiós, buenos días), nos despedimos.
Pues hoy, he soñado con aquello. Quizás, con los hechos, un poco, distorsionados y un poco sugestionado por los acontecimientos. Ya saben como son los sueños. Todo estaba confuso y mezclado con las traducciones simultaneas del Congreso y también con un Puigdemont, saliendo como de una tarta en plan “vedette” pero finalmente, de donde lo hacía, era de un maletero… Todo muy raro. Soñé que para la investidura de Feijóo, los diputados del parlamento, habían aprendido catalán y de esa manera, saboteaban el único y anteriormente mencionado, hecho diferencial. Lógicamente el de Waterloo, que no se lo esperaba, se ponía a rabiar.
Lo agitado del sueño, me hizo reflexionar. Sé que al percibir el lugar de origen, se generan los sentimientos, lógicos e inherentes, en cada ciudadano. El sentimiento por el barrio, la localidad, la comarca, la provincia y así, “in crescendo”, hasta la totalidad del espacio común organizativo de idiosincrasia, cultura, historia o política, llamado Estado, o incluso, más allá, siempre dependiendo del grado de estanqueidad o de flexibilidad mental, como factor que achica o amplía la percepción de “los límites” geográficos y sociales.
Observo, a lo mejor pensando demasiado, que la manifestación de ese sentimiento de identidad, tiene caras muy distintas y que suele verse condicionado, por la relación entre la percepción territorial particular y el contexto general. Eso sí, podrán imaginarse, tamaña dificultad, cuando, por lo general, en el caso de los extremismos, su ente territorial suele estar idealizado de forma romántica o como en el propio sueño, pueda ser hasta irreal.
También, entiendo que la versión nacionalista que peor encaja, según ellos mismos manifiestan, es la cara más antipática y egoísta. La misma que, oportunamente y en detrimento del resto, se ha ido colocando, históricamente, en el lado rentable del agravio comparativo y que, de forma recurrente, ha terminado prestando, su voluntad política a cambio de una oportuna y sustancial, “redistribución de la riqueza” y siempre, desde una condición de permanente dispensa: “Banca Catalana”, “conciertos y nueces”, “tres por ciento”, “condonación de la deuda”, “fin de la sedición” o de nuevo, una más que probable e inminente amnistía que, no sé por qué, recuerda demasiado a la de los años 30´s. A pesar de todo esto, el mostrarse como víctimas, sigue y seguirá siendo, su principal argumento y definitivamente, hasta podríamos llegar a estar de acuerdo, con que, finalmente, no encajan… pero, no encajan en un Estado de derecho.
Con lo fácil que resulta ese ajuste en los sueños, donde todo es más flexible y ahí no importa que, ellos, sólo estén a gusto, cuando, desde una posición de privilegio, se les permita mirar por encima del hombro al resto y que, una y otra vez, como rehenes de una disparatada condena, sigamos pagándoles la fiesta… total, en los sueños uno nunca escatima en agasajos y ofrendas y menos aún, cuando sin traducción simultanea, todos terminan hablando en catalán y euskera… aunque en realidad, todos sabemos que, ni con esas.
