España se impuso a Francia en Saint-Denis sin meter la máxima velocidad de la que es capaz, sin necesidad de forzar en el juego de toque y trenzado que ha caracterizado a la campeona de Europa, que rompió una racha de casi 42 años sin ganar en territorio galo.
A la ‘roja’ le habían atemorizado más los números previos que el propio rival. La serie negra de partidos sin victoria en terreno vecino y el recuerdo de los octavos de final del Mundial de Alemania, en el que los galos se deshicieron de la selección de Aragonés, otorgaban a Francia el beneficio de la duda.
Por eso salieron con respeto, sin que España tuviera el balón como acostumbra, pero sin estar tampoco a merced de los franceses. El partido parecía de guante blanco, un amistoso con dos formaciones que ni mordían ni enseñaban los dientes, que se tomaban su tiempo para hacerse dueños de un frío Estadio de Francia, que recibió con indiferencia a su equipo y con animadversión a su seleccionador.
Pero el duelo sin brújula tomó un ritmo claro cuando Villa abrió el marcador. Culminó una jugada que inició Iniesta y que dejó pasar Silva para dejar al asturiano solo ante Lloris, que picó en su amago de cadera y se resignó a ver el cuero entrar en las mallas.
Ahí se acabó Francia. Se vieron sus vergüenzas ante una selección española que comenzó a sentirse más cómoda, que comenzó a controlar el partido.
El conjunto nacional no tuvo que hacer mucho trabajo para abortar las embestidas francesas, casi siempre nacidas de las botas de un enrabietado Ribéry, visiblemente disconforme con su ubicación en la banda derecha, un exilio al que le forzó Domenech para mantener a Henry en la izquierda.
Pero los de Del Bosque controlaron la situación hasta esperar una nueva oportunidad, que llegó en las botas de Sergio Ramos. El defensor se aprovechó de un balón que despejó Escudé y despistó a Lloris.
Tras el descanso, el amistoso ganó en vistosidad, animado por el carrusel de cambios al que procedió Del Bosque. España tuvo más el balón y Francia naufragó todavía más, pendiente de una grada que silbó a los suyos y acabó coreando a España, con ‘olés’ a los pases de un equipo que renunció a meter la directa.
Los locales cobraron más protagonismo a medida que el público constataba que sus jugadores dejaban ultrajar su estadio con impotencia. La ‘roja’ asistía relajada al naufragio, sin meter el dedo en la llaga. La salida de Torres dio un poco más de ambición a los españoles, pero sin forzar. No hacía falta.
Francia se autodestruía. Ribéry se perdía en las querellas internas. Recuperó su puesto en la banda izquierda pero duró poco en el campo. Fue sustituido entre más silbidos de la grada.
Los galos no amenazaron la calma visitante. Un postrero cabezazo de Malouda que se estrelló en el palo quedó como el último estirón de un equipo que parece morir. España asistió, de paseo, al deceso. Navas pudo marcar en el último suspiro, pero ya no había que hurgar más en la herida.
