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Para curar la tuberculosis

por Redacción
6 de mayo de 2010
En una zona cerrada al público se encuentra la antigua sala de autopsias junto con mobiliario hospitalario obsoleto almacenado. / DAVID ARRANZ

En una zona cerrada al público se encuentra la antigua sala de autopsias junto con mobiliario hospitalario obsoleto almacenado. / DAVID ARRANZ

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Cuando el “sanatorio” ‘Los Montalvos’ de Salamanca abrió sus puertas en 1948, los enfermos de tuberculosis tenían unos índices de mortandad muy altos, las medicinas eran escasas y, por tanto, vivían con gran incertidumbre una posible curación. Sin embargo, quienes compartieron aquella época recuerdan cómo allí se respiraba un ambiente festivo, en contra de lo que se pudiera pensar, muestra de la “heroicidad” del ser humano en su lucha por aferrarse a la vida.

Paredes engalanadas, cine, teatro, fiestas de disfraces e incluso festejos taurinos, forman parte de la historia de este hospital que aún hoy en día conserva “un carácter familiar”, herencia de las vivencias de los miles de pacientes que hicieron de este centro salmantino su hogar durante muchos años.

El que fuera capellán del hospital y también enfermo de tuberculosis en los años 50, Dámaso García, quiso dejar patente esas sensaciones y recuerdos en un pequeño libro de notas, donde se fijan anécdotas de los inicios del sanatorio, los nombres de médicos, administradores, enfermeras y monjas que trabajaron por llevar “luz” y esperanza en los momentos difíciles. Él explica como surgían relaciones personales entre los enfermos, encuentros y noviazgos que se fraguaban entre las paredes del sanatorio, a pesar de la férrea disciplina de los administradores y personal, para mantener separados a hombres y mujeres. Cada vez, recuerda, era más difícil hacer cumplir las reglas de “no hablarse, no acercarse o no saludarse”, por lo que a la ya separación física en módulos y comedores diferentes hubo que sumar lo que en tono de broma se llegó a llamar “el paralelo 38”, en referencia a la contemporánea guerra de Corea.

Como no era suficiente la línea divisoria que existía en el parque, hubo que hacer una franja de diez metros de anchura, que al parecer y según las vivencias de Dámaso García, no pudo tampoco frenar el “amor incipiente” de muchas parejas, porque se acercaban hasta el borde de cada lado para lanzarse mensajes y hablar por gestos.

El hospital, que aún hoy se conserva como estaba planteado en los bocetos originales, fue una de las construcciones pioneras de la llamada corriente ‘Racionalista’, que estaba en la vanguardia arquitectónica y que “rompía” con la ornamentación “clásica y monumentalista” que marcaba el estricto régimen de Primo de Rivera.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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