Aún no se había celebrado la votación en la ONU y Palestina ya celebraba ayer su nuevo estatus en Naciones Unidas, por el que pasaría de entidad observadora a Estado observador no miembro del organismo. Un reconocimiento que, al cierre de esta edición, aún no estaba aprobado, pero que, según lo previsto, saldría adelante con un amplio apoyo por parte de los países que ejercieron su sufragio.
Después de varios meses de solicitud, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Abu Mazen, aterrizaba en Nueva York convencido de alcanzar sus reclamaciones, que no le convertiría en miembro de la institución internacional, pero sí que le concedería un trato de país, una situación similar a la que vive, por ejemplo, El Vaticano, o a la que se registró en Suiza durante 56 años.
Francia, España, Portugal, Italia y varias potencias de la Unión Europea ya habían manifestado su pleno apoyo a la reclamación de Mazen. El Reino Unido también, pero con condiciones, instando al Ejecutivo árabe a que retome de manera inmediata el diálogo de paz con Israel.
Sin embargo, Estados Unidos o Alemania son reacios a que Palestina pueda ser aceptada como país e insisten en que no se debe llegar a esa situación sin que antes se haya consolidado el fin de la violencia en Oriente Próximo. Desde Washington se oponen plenamente a esta posibilidad, mientras que el Gobierno de Berlín prefirió optar por la abstención.
Mientras, y antes de conocer el resultado, miles de personas salieron a las calles de Cisjordania y Gaza para celebrar el previsible reconocimiento de la ONU.
La ciudad de Hebrón se convirtió en una fiesta a la que se sumaron tanto simpatizantes de Al Fatah como de Hamas, en una muestra de unidad poco habitual entre las dos principales facciones de la zona.
Sin embargo, y pese a la alegría en los territorios musulmanes y a que la mayoría de los miembros de la ONU, votaran o no a favor del reconocimiento de Palestina, insistieron en que lo verdaderamente importante era retomar las negociaciones entre judíos y árabes, el primer ministro hebreo, Benjamin Netanyahu, criticó los planes de Mazen y advirtió de que con este paso unilateral «se demorará» la creación del Estado palestino.
«No cambiará nada sobre el terreno», insistió, para agregar que la iniciativa «no acercará más la paz, sino que, de hecho, la alejará todavía más».
Según el premier, la nación palestina solo podrá surgir cuando sus vecinos reconozcan al país como el Estado judío y haya una declaración de «final de conflicto» entre ambas partes. «No importa cuántas manos se levanten a favor, no hay ningún poder en el mundo que pueda forzar a Tel Aviv a comprometer su seguridad», manifestó.
Por su parte, el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, subrayó la necesidad de alcanzar «una solución de dos Estados» en Oriente Próximo, un escenario con el que se han «comprometido» tanto los israelíes como los palestinos y que ha sido «aplazada» durante demasiado tiempo. Por ello, abogó por instar a ambos territorios a sentarse en una mesa, porque «lo que hace falta en este momento es voluntad política y valentía».
