Así reza uno de nuestros cientos de refranes populares: «Otro vendrá, que bueno me hará». Y eso va a haber que pensar ante las incidencias que se vienen registrando, según anuncian los medios de información, en torno al servicio de autobuses que comunican diariamente Segovia con Madrid. La última desafortunada denuncia ha sido la de que el sábado 28 del pasado mes de abril, medio centenar de viajeros, en el intercambiador de Moncloa, se quedaron sin poder tener plaza para el último autobús que salía en dirección a nuestra ciudad, a las 23 horas. Y eso, según se ha publicado, aunque todos ellos disponían de billete. La Plataforma de Usuarios de este servicio de autobús denuncia esta «peripecia», que obligó a algunas personas a venir en taxi, otras buscaron alojamiento en casa de familiares o en hotel y algunos más optaron por quedarse en la estación, después de denunciar el hecho a la Policía, porque a las doce de la noche anunciaron el desalojo de todos los que se encontraban en el intercambiador.
No conozco los términos de las condiciones que se ponen a este tipo de servicio, pero creo recordar que hace ya bastantes años, la empresa estaba obligada a poner un segundo autobús, si el número de usuarios superaba la capacidad del primero, o trasladar a los viajeros en taxi con cargo a la concesionaria. De esto parece que ahora no hay nada, y no es suficiente ofrecer la devolución del importe del billete o abonar los gastos correspondientes. Hay que atender «personalmente» a los afectados y tratar de resolver el problema en el momento. El perjuicio es indiscutible para los usuarios que se quedan a pie.
Así es que, a ver si es posible que las autoridades que «tengan autoridad» en esos temas, procuren solucionarlos de una vez exigiendo al máximo responsabilidades, porque parece que hechos similares ocurren de vez en vez, aunque no sean tan graves como en esta ocasión.
La sorpresa de un caso como éste es grande, como lo es esa declaración municipal de que el Ayuntamiento acumula cerca de diez millones de euros en remanente. ¿Se concibe cosa semejante ante las muchas necesidades que tienen la capital y las localidades al Municipio incorporadas? Y si es así que existe ese remanente, ¿se pensará destinarle al CAT y olvidarse de otras cuestiones urgentes? ¿O se pensará destinarlo a iluminar alguna estatuilla, si es que en último recurso se autoriza, cuando en la ciudad existen en torno a las treinta esculturas de todo tipo, de las que solo unas pocas disponen de iluminación? ¿O se decidirá invertir parte de ese dinero en la obra pendiente y prometida hace unos seis años de acondicionar algunas «concretas» calles del barrio de Las Canonjías, hacia cuyo arreglo parece existir una muy personal aversión? . «Se me ha escapado» hacer referencia a este lastimoso tema, cuando ya se tiene demostrado que todo cuanto se hable o escriba sobre él, se recibe «con oídos sordos» por el equipo municipal de gobierno, que si «repite» después de las próximas elecciones, habrá que perder toda esperanza, como dice Dante Alighieri que se leía en un cartel sobre la puerta de entrada al Infierno, en su canto III de «La Divina Comedia»: «Abandonad toda esperanza, los que aquí entráis». Los vecinos no entramos, sino que estamos ya dentro del recinto olvidado, después de haber cumplido fielmente nuestras obligaciones en torno a lo pretendido por el antes llamado ARCH, sin que el Municipio haya sido capaz de cumplir con las suyas. Y no voy a referirme por milésima vez al estado del «cableado», sino al del «cabreado» de los afectados por el tema.
