Ciertamente, Benito Pérez Galdós no era segoviano; nació en Las Palmas de Gran Canaria, pero, ahora, la celebración del primer centenario de su muerte, afecta, culturalmente hablando, a todos los españoles, por lo tanto también a nosotros.
No he encontrado datos muy concretos sobre posibles estancias o visitas de Galdós a Segovia, aunque dos muestras de que sí estuvo aquí he podido hallar.
Hay una mención a nuestra ciudad, aunque muy de pasada, en uno de sus Episodios Nacionales, precisamente el primero de los 46 que publicó. Se trata del titulado “Trafalgar”, donde en su primera página, el protagonista del relato, un muchacho llamado Gabriel de Araceli, que confiesa haber nacido en Cádiz, dice: “Al hablar de mi nacimiento, no imitaré a la mayor parte de los que cuentan hechos de su propia vida, quienes empiezan nombrando su parentela, las más veces noble, siempre hidalga por lo menos, si no se dicen descendientes del mismo Emperador de Trapisonda. Yo, en esta parte, no puedo adornar mi libro con sonoros apellidos, y fuera de mi madre, a quien conocí por poco tiempo, no tengo noticia de ninguno de mis ascendientes, si no es de Adán, cuyo parentesco me parece indiscutible. Doy principio, pues, a mi historia como Pablos, el buscón de Segovia: afortunadamente Dios ha querido que en eso solo nos parezcamos.” Por supuesto, con esta referencia al pícaro segoviano, se da al menos como entendido que Galdós había tenido ya, entre sus lecturas, el libro que cuenta los avatares del pintoresco personaje quevedesco. Al final del texto figura la fecha en que le concluyó Galdós: “Madrid, enero-febrero 1873”.
La otra muestra de su presencia en Segovia la ofrece José Matesanz del Barrio en su voluminosa obra “Segovia. Paseos literarios”. Se trata de una carta del novelista publicada el 26 de julio de 1889 en el diario “La Prensa”, de Buenos Aires, en la que cuenta una visita suya a nuestra ciudad. Y escribe: “Pero en lo que Segovia está a mayor altura es en lo referente a la época romana, pues posee el monumento más hermoso del mundo en su género, superior a lo que la misma Roma conserva, el Acueducto, obra sorprendente, cuya contemplación cautiva y suspende el ánimo”. (Esto se escribía en 1889, y aquí, algunos se están dando cuenta ahora, porque se les presiona, del excepcional valor del monumento).
En nuestra provincia, adelantándose un poco a la celebración del centenario de la muerte del novelista, alguno de los grupos teatrales que en ella existen, y que desarrollan una importante tarea cultural en sus pueblos y otros aledaños, ya han ofrecido representaciones de algunas de sus obras de teatro, o adaptaciones.
Cabe esperar, pues, que también en nuestra ciudad y en el transcurso de este año del centenario, habrá alguna otra manifestación cultural mediante conferencias o teatro para homenajear al ilustre escritor. Por cierto que, al referirse a este centenario en la revista “El Cultural”, de la que es presidente, el periodista y miembro de la Real Academia Española, Luis María Ansón, escribe: “Lo dije, sí, en una conferencia en Zaragoza: Cervantes, Galdós y Delibes son los tres grandes novelistas de la historia literaria española”.
Aunque esta opinión tan particular puede ser o no compartida por muchos, modestamente, por el conjunto de obras que de cada uno de ellos he leído, estoy muy de acuerdo.
En los escaparates de varias de las librerías segovianas figuran expuestas algunas de las obra de Pérez Galdós, pero destaco uno, precisamente el más modesto por su tamaño, que es el de la librería El Torreón de Rueda, que está dedicado totalmente al autor. Retratos y copias de escritos suyos y algunos objetos de tipo personal similares a los que utilizaría el escritor, junto a varios de los volúmenes de los citados Episodios Nacionales cuyas portadas aparecían ilustradas con la bandera de la República y en su interior un sello con el ex libris del escritor. Esta colección (de la que solo tengo un ejemplar) fue publicada en 1928 por Librería y Casa Editorial Hernando, de Madrid, en la calle del Arenal. El resto de la colección que tengo son de Alianza Hernando, de 1976.
Antes de finalizar este comentario, “voy” de una gloria literaria española a otra gloria local, en el plano de la historia. Y es que se está produciendo un inicio de restauración o reforma en la casa de la plaza de Diego Colmenares en la que vivió y murió este ilustre cronista e historiador de la ciudad. Una placa con texto ya apenas legible recuerda esta efeméride en la fachada, por lo que cabe suponer que será también restaurada adecuadamente para que siga sirviendo de testimonio de un hecho realmente histórico para Segovia.
