Dudo de calificar como “enseñanzas” las circunstancias tan diversas que nos está dejando el repelente virus, pero hay que reconocer que sí nos va a dar, para reflexión de todos, muchos motivos de índole muy diversa. Y de aquí a que llegue el momento en que nos veamos libres de su maligna presencia, todavía se presentarán otras muchas ocasiones para seguir pensando. Ocasiones de orden asistencial, de orden gubernativo, de carácter humanitario, de proyección colaboracionista…
No es fácil, pues, ordenar estos motivos que voy a exponer y sobre los que habrá que ir pensando poco a poco. Es decir, que el contenido de este comentario puede calificarse como de “cajón de sastre” (no confundir con desastre, por favor), o sea, como un conjunto de cosas y observaciones diversas y desordenadas.
Vaya por delante un primer y doloroso detalle: Cuando hemos conocido, tiempos atrás, atentados criminales que han provocado 80 o 100 muertos, nos hemos horrorizado y llevado las manos a la cabeza. Pero, ahora, tan “acostumbrados” estamos al escuchar cada jornada la muerte de miles de personas, hasta ¡¡¡CERCA DE 24.000!!! dicen que ya van contabilizadas en España, parece que el sentimiento de dolor es menor; y todo, repito, por la insistencia diaria de conocer esos cientos de fallecimientos. Poco a poco nos vamos acostumbrando a pensar en la Muerte, cuestión que no a todos agrada tratar. Pero la realidad está ahí. Y debemos volver a sentirnos dolidos y abrumados por tantas pérdidas humanas. Ahora sí que hay que echarse las manos a la cabeza ante el horror de los miles de fallecidos, y en Segovia nada menos que ¡cerca de 200!. Estamos, pues, a la espera de que se declare luto nacional. Pero… Por su propia iniciativa, algunas comunidades y ciudades, han colocado grandes lazos negros en puntos estratégicos.
Nos puede llevar este hecho a obligarnos a reconocer que los humanos tenemos, muchas veces, fallos en todas direcciones, y no hay que escudarse echando la culpa a otros y, en definitiva, tratando de ocultar la responsabilidad propia “bajo el ala”. Estamos pecando continuamente de mentiras, de asegurar hoy algo y desdecirnos mañana por errores sin reconocer; atacamos convicciones y disposiciones históricas para “dar la razón” cuando interesa a nuestros intereses políticos…Se “ van de la lengua” algunos representantes de las altas esferas, y luego hay que rebuscar justificaciones (incluso acudiendo a la tan manoseada “libertad de expresión”) que a veces son inadmisibles. Y en ocasiones también aparecen globos-sonda sobre posible control de algunos medios de comunicación, no muy afines a los gobernantes, cuestión que ya ha provocado las protestas de organizaciones de periodistas.
Se ve que el maligno virus hace girar mucho las veletas del pensamiento y de la lengua. Y mientras esta se suelta en el Congreso, hay que observar que solo dos o tres personas llevan corbata negra por respeto a los miles de fallecidos…y no precisamente la máxima autoridad.
La solidaridad es un factor que se está poniendo de relieve; solidaridad de carácter general, aunque a veces puedan molestarnos algunas actuaciones públicas del vecino (que debemos perdonar y comprender), porque también pone toda su buena voluntad en aportar algo para intentar disminuir en lo posible la tensión general.
No vamos a insistir en los ejemplos humanitarios y de entrega generosa de que están haciendo gala miles de ciudadanos, aún a costa de exponer su salud por trabajar en favor de los demás.
Ante disposiciones sobre dejar de la mano a personas por causa de su edad, hay ejemplos que lo contradicen, como el del afortunado caballero que a sus 95 años ha demostrado a muchos “responsables” que también todos tenemos los mismos derechos a tratar de recuperar la salud, sin edad ni condición.
Este estado de alarma va a dejar como consecuencia que olvidemos para siempre esa moderna costumbre de saludarnos con besitos, que no son tales porque se limitan a rozar ambas mejillas, y listo. Desde que nos dejen “en libertad”, podremos saludarnos con una inclinación de cabeza, una amplia sonrisa y quizá, ni siquiera con un estrechamiento de manos, sino al estilo oriental, más sano, juntando ambas como si estuviéramos en oración.
El cambio llegará hasta los templos para limitarnos, al desearnos la paz, a una inclinación de cabeza, cumpliendo así normas litúrgicas de compartirla únicamente con las personas más cercanas.
En otro orden de cosas, también metemos en el “cajón de sastre” la seguridad, creo, de que los grandes equipos de fútbol (y de otras actividades deportivas) se van a ver obligados a reducir las inversiones en fichajes por cantidades de cifras vergonzosamente elevadas.
También ahora se echa más en falta la presencia de esos pequeños comercios de alimentación que pueden resolver los apuros de un momento, sin necesidad de acudir a grandes superficies…A las que, para facilitar su trabajo, ya suelen ir las generosas personas voluntarias del Ayuntamiento y otros organismos que ayudan a los que, por edad, no pueden abandonar el domicilio.
Finalmente, echo al “cajón de sastre” una máxima de Confucio, que acabo de leer en el comentario de un colega: “Cuando el sabio señala la Luna, el necio mira al dedo”. Frase de libre adjudicación.
