Me sorprende gratamente que a estas alturas, cuando en nuestra Segovia tenemos a muchas personas olvidadas sin merecerlo, la Semana de Música de Cámara, que desde hace unas décadas viene organizando la Fundación Don Juan de Borbón, dedique en esta su edición 50, su primer concierto a Francisco de Paula Rodríguez Martín, como homenaje al fundador de la misma, que lo fue junto al entonces subdirector de la Comisaría General de la Música el pianista, compositor y autor de numerosos escritos sobre la música de piano de los principales compositores españoles, Antonio Iglesias, también secretario general perpetuo de la Real Academia de Bellas Artes. Ambos realizaron una gran labor, de notable altura cultural, aportando a esta Semana orquestas, solistas y directores de los más famosos en aquellos momentos, tanto nacionales como extranjeros, por lo que la Semana de Música de Cámara de Segovia alcanzó un alto prestigio por toda España. Serán protagonistas de este concierto el próximo día 25, tres destacados profesores del 32 Curso Internacional de Música Matisse que se está celebrando en estos días en El Escorial.
Y como echar la memoria atrás es a veces muy edificante, he aquí que precisamente en la IV Semana de Música de Cámara, en el año 1973, que programaron los buenos amigos Paco y Antonio, actuó durante las noches del 24 y 25 de julio, en el patio de Armas del Alcázar, lleno a rebosar incluso en las galerías altas, la orquesta italiana I Solisti Veneti, creada por Claudio Scimone, que ahora acaba de clausurar los ya prestigiosos Conciertos de las Velas de Pedraza, coincidiendo esta última actuación con el 60 aniversario de la creación de dicha orquesta de cámara, cuyo fundador dirigió aquellas dos actuaciones de 1973 en Segovia.
Cierto es que de unos años a esta parte, Segovia se ha convertido en una ciudad donde las actuaciones musicales de todo tipo están presentes, bien con intervenciones callejeras cantautores, bien integradas en los numerosos programas musicales que se desarrollan a lo largo del año, aparte ya de los conciertos de música clásica de nuestra centenaria Sociedad Filarmónica, tan mal correspondida en cuanto a galardones por el colectivo municipal. Este incremento musical representa un indudable atractivo en la capital, tanto para residentes como para visitantes, dado que éstos se ven sorprendidos con harta frecuencia por conciertos de “música diversa” interpretados en cualquier plaza o calle de la ciudad. Y a ello tenemos que sumar esas otras programaciones anuales que se desarrollan en la Semana Santa y en otras varias épocas del año promovidas por el propio Ayuntamiento o por diversos colectivos.
Ahora tenemos ya presente una nueva edición de lo que ha quedado de las primitivas Semanas de Música de Cámara y del propio Festival Internacional. Porque, como he comentado en varias ocasiones, y últimamente también lo ha hecho en el mismo sentido algún componente de la corporación local, Segovia ha perdido muchas ocasiones de haberse convertido en sede de actividades que podrían haber quedado institucionalizadas, si se hubiera puesto el debido interés en ello por distintas corporaciones y algunos políticos de ayer que se dejaron escapar la oportunidad.
Recuerdo, por ejemplo, la posibilidad de que la ciudad hubiera tenido un Festival Internacional intermedio entre los famosos y bien consolidados de Santander y de Granada, pero la ocasión se perdió por no haberse gestionado bien la cosa. Como también se perdió la gran ocasión que se presentó de ser Segovia centro de Festivales de Teatro a raíz de aquella tantas veces recordada representación del auto sacramental “El hospital de los locos”, de Valdivielso, que en el enlosado de la Catedral llevó a cabo, en la noche del 16 de junio de 1938, la primera Compañía Nacional de Teatro, impulsada por iniciativa de Dionisio Ridruejo (que mucho hizo en terreno de la cultura por Segovia) y del entonces ya afamado director de escena, luego también actor, Luis Escobar. A su continuidad aspiraban Ridruejo, pero tampoco la cosa cuajó aquí. Y hoy, festivales similares se celebran con gran éxito en Olmedo, Mérida, Almagro…
Ya no valen lamentaciones, pero sí insistir en que no se vuelva a perder ocasiones, en cualquier aspecto de la cultura, el comercio y la industria, que pueda tener la ciudad en el futuro, para luego no tener que seguir lamentándonos porque la juventud busque otros horizontes.
