Tienen su forma de hacer las cosas, un público que les sigue y cero intenciones de cambiar ni un ápice una fórmula en la que se sienten cómodos y con la que les contratan giras. Morfeo Teatro llegó este fin de semana al Juan Bravo (no suelen faltar al menos una vez por temporada), con un nuevo montaje, “El sombrero de tres picos”, basado en la novela de Pedro Antonio de Alarcón, que sigue las pautas de sus trabajos anteriores.
Una obra clásica, eminentemente cómica, con buenas dosis de enredos; sumada a unas interpretaciones que en una ocasión anterior califiqué de hiperbólicas, con voces forzadas y mucho aspaviento, además de una caracterización un tanto grotesca; y una escenografía naturalista. Esos son los mimbres de siempre de Morfeo, y siguen presentes en este nuevo trabajo.
En este caso, la elección del texto y la adaptación son al menos llevaderas (aún recuerdo con sudores fríos aquella versión de “La lozana andaluza”, con un humor tan grueso como trasnochado). La historia de la novela de Alarcón, basada en un romance, cuenta un típico enredo de celos y cuernos, reales o imaginarios, entre un corregidor, su santa esposa, un molinero y su guapa y pizpireta mujer.
La interpretación, la esperada; Francisco Negro, director y protagonista, comanda de nuevo a sus huestes por los senderos del exceso; y les comanda como los buenos militares, poniéndose el primero, simbólica bandera en mano, porque es el que más gesticula, el que más imposta la voz y el que más gestos imposibles hace con la cara y con el cuerpo. El resto del reparto le respalda sin fisuras.
La decisión de que un hombre haga el papel de corregidora, no la entiendo, a no ser porque estas cosas de señor con los labios pintados y aflautando la voz siempre hacen gracia; y a Mayte Bona, con todo el respeto, me parece que le sobran unos añitos para hacer de la joven molinera.
El resultado sobre el escenario es un teatro decimonónico que no arriesga lo más mínimo y que no avanza un paso más allá de lo que se podía ver en las salas hace 150 años. Un teatro que tiene su público, no precisamente joven, que de hecho hizo que el Juan Bravo registrase una buena entrada y que rió dónde había que reir y siguió con interés un hilo argumental que, como mandan los cánones, se enreda y se enreda para al final desenmarañarse. A mi, personalmente, y sin ánimo de hacer el chiste fácil con el nombre de la compañía, el teatro de Morfeo me produce más sopor que otra cosa.
FICHA:
Montaje: El sombrero de tres picos, de Pedro Antonio de Alarcón. Adaptación de Francisco Negro.
Compañía: Morfeo Teatro Clásico.
Reparto: Francisco Negro, Mayte Bona, Javier Leoni, Ángel Gonzalo, Felipe Santiago.
Figurinismo: Mayte Bona.
Escenografía: Regue Fernández Mateos.
Iluminación y dirección técnica: Ernesto Miguel Preciado.
Dirección: Francisco Negro.
Lugar: Teatro Juan Bravo.
Fecha: Sábado, 12 de febrero de 2011.
