Literariamente quiere decir costumbrismo, más o menos, que se trata de un análisis u observación de las costumbres habituales de unas gentes o de unos lugares. En mi caso, lo sitúo en un espacio comprendido entre la plaza Juan Guas hasta la Plaza Mayor. Desde la primera hay un “repecho” que cuesta subir a buen ritmo; desde la plaza de la Merced, otro, mucho más leve hasta la Catedral. También hay espacios “especiales”, porque, por ejemplo, entre el callejón del Mudo hasta la misma iglesia, suele soplar un vientecillo que, en esta época, tira más bien a desagradable.
Es frecuente, en este trayecto, encontrar vecinos y amigos de muy antiguo, y es obligado, claro, el saludo y la charla durante unos minutos. Una charla que anima mucho desde la puerta de su tienda de “recuerdos” su propietaria, Encarna, bajo el rótulo del establecimiento “Souvenires La Catedral” (la de verdad “cae” justamente enfrente).
Y cito a Encarna porque en estos días protagoniza uno de esos momentos de la vida que son inevitables, aunque esperados antes o después: Encarna se va a jubilar tras más de 50 años al frente del negocio, un establecimiento estrecho y alargado con las altas paredes repletas de atractivos objetos especialmente para los turistas. A Encarna se le ve en la puerta durante las mañanas, aguantando el calor y el frío, antes de la hora del aperitivo, y por las tardes, descansa. Parece que el negocio continuará, aunque en otras manos, y no las de su hijo que también “ha echado buenas” horas en el establecimiento.
En esta calle, otras tiendas están también con buena carga de años –se libran algunos propietarios más jóvenes- pero otros van camino asimismo del cierre, aunque el hábito de largos años de diario trabajo acostumbra a distraer cada jornada, y se aguanta cuanto se pueda hasta que la edad o el cansancio diga “ya”,
En este trayecto es donde con bastante frecuencia nos encontramos vecinos del barrio de San Andrés y alrededores, con los que también es inevitable parar unos minutos –que siempre están bien para “recuperar eso de la adecuada respiración”), y es que la vecindad por un lado y por otro la amistad, dan paso a los recuerdos a los que han nacido en el mismo barrio y en sus encuentros traen a la memoria los hechos, historias, nombres de ayer y anécdotas del pasado, ante los que hemos “llegado” después, por lo que ellos nos van descubriendo la esencia, el costumbrismo y la pequeña historia artística y humana de la barriada.
Caso como éste ocurre en el resto de barrios segovianos, con sus historias respectivas y personales, todo lo cual hace que la ciudad quede convertida en un pequeño museo de memorias y de vivencias. Así es esta entrañable Segovia a la que muchos forasteros llegan como visitantes, o por destino, y después de profundizas en ella, en sus gentes, en sus monumentos, en sus acostumbres, optan por quedar en ella, o en localidades de sus alrededores, por eso de que suele decirse que “el hombre no es de donde nace, sino de donde se hace” (dicen algunas abuelas, “donde se pace”). Me lo recordaba hace muchos, muchos años, Fernando Abril Martorell (valenciano) en su toma de posesión como presidente de la Diputación segoviana. El “dicho” recae sobre mí también…y aquí estoy desde…
Vuelvo sobre Encarna (oyente y sabedora de muchas cosas). Las oye, las comenta con los amigos…es una forma de comunicación a disposición de todos, por lo que con su ausencia perderemos algo.
Hay que tener presente que cuantos asimismo hemos llegado a ese momento, quizá veamos ahora la vida de otra forma, porque se nos permite pensar con más reposo, con más serenidad, y hasta con mayores ocasiones para reflexionar lo que interesa y lo que no, dando a las cosas el valor verdadero que tienen y no un tanto precipitado por la intensa vida llevada hasta aquel instante del “adiós”.
Cuantas veces pase Encarna por su antigua tienda, le vendrán los recuerdos a montones. Pero ya solo serán eso, recuerdos para rememorar en paz.
