Probablemente decir, escribir, ciudadanos y ciudadanas, ciudadanos/as o ciudadanía, otorgue más crédito de progre, de políticamente correcto, que decir ciudadanos (siempre dependiendo del contexto). Da la casualidad de que según la Nueva Gramática Española (2009-2011) de la RAE “2.2b Es habitual en las lenguas románicas, y también en las de otras familias lingüísticas, usar en plural los sustantivos masculinos de persona para designar todos los individuos de la clase o el grupo que se mencione, sean varones o mujeres.” O “2.2h El uso genérico del masculino plural en los sustantivos se extiende a otros muchos contextos. (…) Los adjetivos concuerdan en masculino cuando los sustantivos que se coordinan son de géneros distintos, como en Hace tiempo que Javier y María no salen juntos.” De ahí algunos deducen que no la gramática, la humanidad toda prefiere, ha preferido y puede que siga prefiriendo a los hombres. Más guerra. Mantener esta creencia raya con el analfabetismo funcional. No por no ser licenciado en Filología. Sino por no aprovechar las enseñanzas obligatorias de Primaria y Secundaria.
Fíjate que Dios, la semana de la creación, prácticamente se dedicó a nombrar y desde que pronunció las palabras las cosas empezaron a existir: luz, firmamento, tierra, mares… Habría sido más práctico que siguiera nombrando Él. Al dar al hombre la capacidad de poner nombre a las demás cosas ya la liamos. ¿Al hombre o a la mujer? ¿Este nombre o el otro, singular o plural, masculino o femenino? La libertad, que nos lo complica todo.
Me gusta el argumento de que lo que no se nombra no existe. Por eso yo unas veces llamaba a todos mis alumnos niñas y otras veces niños. Siempre había algún niño que protestaba (“¡que también hay chicos!”) y es cuando yo le decía: siglos, no meses ni años, llevamos sin nombrarlas a ellas y no han protestado; creo que es justo equilibrar la balanza.
El asunto al que me quiero referir es que género no es igual a sexo. Tiene algo que ver, coincide en muchos casos, pero son cosas distintas. La anatomía determina el sexo. La gramática nos ofrece una serie de marcas, morfemas, para determinar el género. Eso es así. Independientemente de los sentimientos de cada uno, de las operaciones quirúrgicas a las que se tenga que someter o quiera someterse y del trabajo que se tome para aparecer ante los demás.
Lo que está mal es que haya personas que humillen, desprecien, insulten o agredan a otras personas por ser lo que sean, por sentirse lo que se sientan, por estar o no estar operados, por vestirse así o asá. Pero amigo: Mola lo de la igualdad. Eso del respeto a la diferencia es más difícil de asimilar, cuanto más ponerlo en práctica.
Lo que está bien es que, en una conversación, en una conferencia, en un escrito no nos tengamos que torturar con el os, es, is, as o con la repetición del colectivo, si lo hubiere. Y con el os (ciudadanos) o con el as (ciudadanas), indistintamente, nos sintamos referidos, incluidos, aceptados, respetados. Tanto de un sexo como de otro. O referidas, incluidas, aceptadas y respetadas tanto de un sexo como de otro.
Dos ejemplos, por no ser exhaustivo, ilustran las afirmaciones en las que expreso mi opinión.
Tarabilla me viene de maravilla
La tarabilla es un pájaro precioso que vive en nuestros campos. Un día se me aparece encima de una zarza y le hago una foto. Como no tengo ni idea de pájaros pregunto a mis amigos. Tarabilla, pero ojo al parche: macho. O sea, que no es tarabillo, que es la tarabilla y que hay tarabilla macho y tarabilla hembra. Y ninguna pared del mundo tiene escrito bajo el dibujo de unas cuantas tarabillas hembra, algo así como “por un sexo de clase”. Claro que esta solución no la veo para ciertos casos: estudiante macho, estudiante hembra.
Persona, qué gran persona, digo palabra.
Otrosí te digo con una de las palabras más bonitas del mundo. Mira que está bien eso de Hijo del Hombre, que yo casi todavía no sé bien lo que es. Pues no te digo nada ser humano. Pero una de las leyes de la lengua es la economía: ¿a qué gastar más palabras si lo puedes decir con menos? Entonces persona. Ay, me cachis, que acaba en a. No pasa nada, con un artículo lo arreglamos: el persona y la persona. No. ¿Por qué no lo dejamos como está? Persona.
Usted, amigo lector, que se sonríe y se rasca la cabeza, es una persona. Usted, amiga lectora, que desea que dé más caña al asunto, es una persona. Anda. Somos iguales, eso que tanto nos gusta.
De lo del sexo no quiero hablar más porque uno: según mi maestro Unamuno, hay dos temas especialmente conflictivos: la religión y el sexo; y dos: entre vosotros que me leéis hay psicólogos a los que ya les he dado pistas más que de sobra para diagnosticarme.
Eso sí: hasta otra, amigas.
