No todas las especies viven un momento tan dulce como el águila imperial. Una de las que atraviesa una situación extremadamente delicada es la ganga ortega (Pterocles orientalis), tal y como ha constatado recientemente un estudio del biólogo Carlos Palacín, perteneciente al Museo Nacional de Ciencias Naturales – CSIC.
En 1988, la Sociedad Española de Ornitología (SEO / Birdlife) eligió como ‘Ave del Año’ a la ganga ortega, con el objetivo de llamar la atención sobre su estado de conservación y dar a conocer las amenazas que pesaban sobre la especie. Los resultados del seguimiento en el periodo 1998 -2011 pusieron de manifiesto que la ganga ortega había sufrido un declive poblacional del -71,9%, siendo una de las especies con mayor disminución en ese espacio de tiempo. Los datos Palacín confirman ahora que la ganga ortega está en serio peligro.
“Su declive en España durante la última década supera el 50%, y por tanto se cumplen los criterios para que se declare en peligro de extinción”, sostiene Alfredo López Hernangómez, que ha colaborado con Palacín aportando datos de Segovia.
A día de hoy, en el sur de Segovia subsisten pequeñas poblaciones de gangas ortegas que medran en espacios fragmentados. “En el futuro están abocadas a la desaparición”, lamenta López Hernangómez, quien recuerda que en otras zonas de la provincia también se ha verificado su decadencia poblacional. Fidel José Fernández, en las Hoces del río Riaza, ha asegurado que las observaciones de la especie han disminuido claramente en esa zona de la provincia en 43 años.
“La intensificación agrícola, causante de profundos cambios en los cultivos tradicionales; y la destrucción de parameras y terrenos baldíos son las mayores amenazas a las que se enfrenta esta enigmática y aún poco conocida ave típica de las estepas labradas y campos de meseta”, asegura López Hernangómez, quien considera apremiante tomar medidas para garantizar la supervivencia de estas poblaciones de ganga ortega, “casi únicas en el continente”.
La afición de López Hernangómez por la fotografía le ha permitido, después de infinidad de horas de espera, conseguir bellas imágenes de esta temerosa y arisca especie, que se desenvuelve en espacios abiertos. “Tiene una vida muy reservada, pero he conseguido tomar fotos de ejemplares entregándose a baños de arena, acudiendo a ignotos abrevaderos, o aves adultas empapando su plumaje abdominal que a modo de esponja retiene el agua que más tarde será consumida por los pollos a kilómetros de distancia”, relata López Hernangómez, quien espera no ser el último en ver en vivo esas escenas.
