Noto cierto pesimismo en torno a la Gimnástica Segoviana. En lo deportivo, que en lo institucional siguen las cosas bien incluso ante la definitiva puesta en marcha de la SAD, que no parece haber alterado el ecosistema social del club. Lo aprobado por los socios, aprobado está. El tiempo dirá si es para bien, para mal o para quedarnos como estamos. Las seis jornadas consecutivas sin ganar nos han hecho polvo.
Las bajas, la fragilidad defensiva, las inyecciones económicas de los rivales para reforzarse, las dificultades para entrenar en condiciones en el campo de las pistas, que no permite florituras… todo ha llevado al equipo de Ramsés Gil a puestos de descenso. No era descabellado pensar que la Sego a estas alturas podía estar en una situación semejante, pero una primera vuelta quizá irreal permitió soñar a los aficionados con una campaña plácida. Y lo peor es que la Segoviana se ha dejado puntos – casi todos – en una fase del calendario en el que las cuentas menos optimistas hablaban de sumar, al menos, en tres partidos.
Me gusta preguntar a los aficionados sobre sus sensaciones y noto cierta resignación. No la comparto. Estoy convencido de la capacidad de los jugadores y del corazón y trabajo del cuerpo técnico. Por cierto, el aficionado bueno, el de siempre, sabe que no es momento de pitar, sino de sumar. Que la memoria es muy frágil y olvidamos lo que somos y de dónde venimos.
Según escribo me vengo arriba, al límite de la temeridad. Pero tengo fe en la plantilla y en el club que ha preferido no hipotecarse para que no tengamos que lamentar males mayores. Seamos optimistas.
