Suele ocurrir algunas veces, quizá más de las que queremos, que algún libro se nos extravía, se pierde en los diferentes viajes a nueva casa o por traslado a nuevos anaqueles. Aunque la realidad no es otra que nuestro empeño en ser alumnos de José Martínez Ruiz y tener la biblioteca descolocada, con cierto desbarajuste líbrico, por no ser tan fatalista. Azorín manifestaba con decoro: “Desconfiad de la biblioteca ordenada”. Ser fiel seminarista de esta máxima me lleva a no encontrar, quizá tenga que buscar más, el libro que no sé por qué razón se me antoja releer. Me estoy refiriendo a la novela, o acaso sea un cuento también para adultos, de Antoine de Saint-Exupéry El principito.
Una gran mayoría de lectores o aficionados a la lectura han hojeado e incluso leído esta celebérrima y breve invención de un piloto de aviones. Me viene a la cabeza el pasado verano en el pueblo segoviano de Cabañas de Polendos, pequeña y literaria población en la que encontramos la Biblioteca “Ana Díaz”. Felisa Torrego es la creadora de este centro de lectura donde puedes tomar prestado un ejemplar y leerlo tranquilamente. En la misma calle, un poco más arriba, una librería de lance pone a tu disposición un buen número de novelas, poesía, teatro y un montón de diferentes ejemplares, en el que no falta el libro infantil, para comprar a buen precio y leer con tranquilidad en casa o en el amigable arbolado del Zarzal. Nuestra vecina del sol naciente, Mari, adquirió en dicha tienda de libros un ejemplar de El principito. Naturalmente, el ejemplar de nuestra amiga japonesa estaba traducido al castellano.
Que un aterrizaje forzoso sea el germen de una tierna y amigable novela corta, no es motivo de alentar altercados aéreos. Veamos el origen de Le Petit Prince. Hace noventa años, un 30 de diciembre de 1935, el piloto francés Antoine Marie Jean- Baptiste Roger, conde de Saint-Exupéry, volaba junto a su navegador André Prevot por el desierto del Sahara. Un imprevisto aterrizaje los dejó aislados con unas uvas, dos naranjas y una ración de vino como único sustento. Tras cuatro días, en los que sufrieron alucinaciones visuales y acústicas, fueron rescatados por un beduino… Y aquí comienza El principito.
Centrémonos en el joven visitante del asteroide B-612, El principito, y la última edición que nos presenta la editorial Almuzara (Berenice), con traducción de Francisco Javier Marañón e ilustraciones originales para la presente impresión a cargo de Fernando Fuentes, del cuento para todos los públicos, con una exquisita dedicatoria: “A Léon Werth cuando era niño”. Releer, aunque toda nueva lectura es sin duda una primera edición, El principito es reencontrarse con lo que nunca se pierde, la ilusión, que se hace más visible con la lectura de historias de fantasía y educación. Buscaba El principito y él me ha encontrado a mí, sin más explicaciones.