-¡Chumarí! ¡Chumarí! Acerté a oír mientras conducía a través de la dehesa que rodea el Palacio de Riofrío. “Venados” era el significado de aquella palabra “tarahumara” con la que Arnulfo y Silvino se referían a los gamos que veían correr entre los pastos y el matorral que rodeaba el Palacio en aquel frio día de lluvia persistente del mes de Mayo. Sentados en la parte trasera del coche, con su atuendo tradicional de blusones de vivos colores, el calzón “tagora” y “huaraches”, observaban los alrededores del palacio con cierta expresión de sorpresa, acentuada al cabo de un rato, cuando saliendo del palacio nos vimos abordados por varias personas que les esperaban para fotografiarse con ellos y saludarlos. Todavía seguían mostrando la timidez que siempre les caracteriza y que me llamó tanto la atención, cuando un año antes pude ser testigo y del mismo modo registrar gráficamente, el encuentro de Luis Alonso Marcos con Arnulfo Quimare, en Guachochi, México.
Aquel día estábamos a punto de despedirnos de la Sierra de Chihuahua y pese a la brillante actuación deportiva de Luis en la prueba reina del día anterior, nos había quedado cierta sensación agridulce. Habíamos imaginado la posibilidad de conocer personalmente a la leyenda viva del Ultra Trail, Arnulfo Quimare, para intentar implicarle en una idea que el granjeño venía maquinando y que desgraciadamente no habíamos tenido la oportunidad de llevar a cabo. Ahí estábamos; de alguna forma resignados, cuando al girarnos para contemplar el ambiente de la plaza nos llevamos la sorpresa de ver al mismísimo Arnulfo y a sus hijos, en un discreto rincón apartado y disfrutando de un helado.
Les adelanto que Luis se había comprometido desde casa y dentro de su proyecto, a conseguir ayuda económica para las comunidades Rarámuri, al ser conocedor de que en los últimos años, estos se habían visto afectados por las graves sequias e incendios de la sierra de Chihuahua. Días atrás, el segoviano ya se había reunido con los responsables del Banco de Alimentos de Ciudad Cuauhtémoc, para entregarles el dinero recaudado previamente en España. Pero volvamos al encuentro… cámara en mano y frente a frente los dos serranos.
Arnulfo mantuvo en principio las distancias; tímido, un poco desconfiando e incrédulo con nuestro entusiasmo. El choque cultural era un hecho; la conversación que se había iniciado adquirió por algún momento tintes surrealistas con cierto desconcierto que fue mitigado por la intervención a modo de intérprete, de una representante del Gobierno de Chihuahua que conocíamos. La explicación de la propuesta para que Arnulfo donase sus huaraches (sandalias) subastarlos y conseguir con ello más fondos, había sido precedida de un buen rato de simpáticas interpretaciones, bastante falta de entendimiento y las ingeniosas repuestas por parte de Arnulfo derivadas de una percepción absolutamente de naturaleza práctica. Por ejemplo; miraba los pies de Luis y no entendía el motivo por el que alguien, con el pie tan grande, quisiera sus “viejos” huaraches que evidentemente no le podían ser útiles, añadiendo el detalle de que “ya le estaban un poco pequeños a él”… bueno, así estuvieron un buen rato simpático.
Una vez aclarado el asunto, ya se había creado un clima distendido y cordial entre ambos; todo ello sin percatarnos de la expectación que alrededor nuestro se había generado. Cuando decidimos acercarnos hasta una casa próxima a la plaza, donde un artesano hacía calzado, ya nos seguía la totalidad de los medios mexicanos desplazados en Guachochi y muchos curiosos sorprendidos por el desarrollo de los acontecimientos y sobre todo por la novedad de ver a Arnulfo prestándose y mostrándose tan accesible a pesar de las cámaras.
Durante los minutos siguientes se generó un documento sin precedentes; las imágenes de uno de los más grandes y míticos corredores de carreras “ultra”, frente a la tienda de aquel artesano, elaborando él mismo sus nuevos huaraches. Las circunstancias facilitaron que la escena pudiese ser contemplada y del mismo modo fotografiada o filmada, por todos y cada uno los medios. La gente de la prensa que llevaban años cubriendo la carrera y el resto de acontecimientos locales vinculados, nos hicieron partícipes de lo sorprendente del hecho y de ese mismo modo dejaron bien reflejada la secuencia en las portadas y los artículos de periódicos estatales y reportajes de la televisión mexicana (tvAzteca) que cubrió el evento. Probablemente la imagen de los dos serranos, el de Chihuahua y el segoviano, fue ese día ciertamente protagonista. Recuerdo especialmente una instantánea de aquel momento; la imagen de Luis, Arnulfo y otro amigo, Mariano, posando juntos… creo que con el mexicano entre divertido y extrañado, por ver a este último descalzo. Mariano, Nano; del grupo de españoles al que nos habíamos integrado, es un corredor minimalista, por lo que en coherencia suele estar siempre descalzo, hecho que no pasó desapercibido para muchos de los Rarámuri a los que superó en “minimalismo” en este caso. Esa misma foto de los tres amigos fundidos en un abrazo, pudo repetirse al cabo de un tiempo y en varias ocasiones ya en España, añadiéndose a la instantánea Silvino y Salvador, paisanos de Arnulfo y que también nos han seguido visitando siendo recibidos en varias ocasiones por sus amigos segovianos y por otros del resto de España, entrenando temporadas en la Granja y compitiendo con éxito a lo largo y ancho del territorio nacional donde hoy son muy reconocidos y valorados.
Han pasado ya siete años, desde que se inició la conexión serrana entre tarahumaras y la gente de La Granja, en aquel encuentro frente a la tienda de huaraches. Dos hombres de la sierra, corredores de montaña y conocedores al detalle de los rincones de sus ámbitos serranos. Hombres sencillos y prácticos; amantes de los paisajes de su tierra, de sus bosques, ríos, berrocales y veredas que discurren respectivamente por las barrancas de Chihuahua y los alrededores de Peñalara en el Guadarrama segoviano, elementos idénticos en montañas de perfiles tan distintos y que a partir de aquel día, gracias al deporte, la solidaridad y la amistad, pasaron a ser definitivamente complementarios.
La comunidad “rarámuri” o “tarahumara” habita la Sierra Madre Occidental que atraviesa el Estado de Chihuahua, en México. El significado de “rarámuri” no podía ser otro que el de “pies ligeros”.