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Onieva valora la “diversidad de voces” que ofrece el Gil de Biedma

por Redacción
12 de junio de 2016
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—Cuando uno se presenta a este tipo de concurso, ¿cómo es la evolución de lo que piensa conforme se va acercando el día del fallo?

—La verdad es que vivo un poco al margen del día del fallo, porque es mejor desconectar. Uno se presenta y más vale no saber qué pasa. Aunque en este caso, al conocerse la fecha del fallo, siempre se tiene ahí la cosa del qué pasará, el nerviosismo; pero lo mejor es no prestar atención. Yo hoy (por el jueves) he tenido un día bastante ajetreado y me han pillado de vuelta de un acto literario, así que me lo han dicho mientras estaba conduciendo. No pensaba que me fuesen a llamar (risas). Sabes que estás entre los catorce finalistas y hay más nervios, pero en el día del fallo intentas desconectar y hacer las cosas con normalidad para no estar mucho más nervioso.

—De entre 1.300 trabajos el jurado ha tenido claro que el suyo tenía que ser ganador, pero también que tenía que compartirlo con otro poemario, ¿Qué tenían sus poemas que intuye que no tuviesen los demás?

—No lo sé. Es una pregunta difícil porque eso debería decirlo el jurado. Sí que creo que, de mis poemarios, es el más completo que tengo, el más redondo; es un libro de ocho años de trabajo y de múltiples reescrituras, y estoy muy contento con él. Puedo hablar en comparación del resto de poemarios míos porque me parece el más conseguido.

—¿Cuáles son los vértices de la poesía?

—Los vértices que yo busco en mi poesía son la emoción, la sugerencia, la musicalidad, la aparente sencillez… Y también la inteligencia; porque la poesía tiene que ser también de pensamiento, no sólo de desahogo.

—Gonzalo Santonja comentó que era del único de los finalistas del que tenía referencias, y caracterizó su estilo de escribir como más clásico, ¿Qué opina de los nuevos autores que están dando un impulso a la poesía entre la gente joven?

—Yo creo que el Gil de Biedma es un premio que precisamente refleja la diversidad de voces que hay en la poesía en lengua española. Y creo que la poesía actual vive un momento de gran riqueza, porque hay muchísimas voces que conviven desde el respeto y desde la lectura. Yo puedo leer a escritores actuales que tienen apuestas estéticas totalmente diferentes a la mía y puedo valorarlos y me pueden gustar. Y cualquier intento de atraer a lectores a la poesía es válido; yo lo veo encomiable. Creo que siempre que se gana un lector, el camino es acertado. Es cierto que mi poesía es de un aliento más clásico, pero siempre busca una innovación a la tradición recibida, y siempre intento aportar algo más. Pero sí que es verdad que, a lo mejor, para un lector más joven quizás pueda parecerle una poesía más clásica, pero también creo que dentro de la poesía actual en España, la mía es distinta. Llevo ya bastantes años escribiendo, éste será el cuarto poemario, y la verdad es que voy creando una voz propia dentro de la poesía más joven escrita en español. La tradición está ahí, pero intento aportar mi granito de arena.

—También se dijo que recordaba a Pedro Salinas; que su poesía recuerde a un maestro así, ¿gusta? ¿Asusta? ¿O ni lo uno ni lo otro?

— En cualquier comparación que hagan siempre sale uno perdiendo, así que en parte asusta. Es uno de los que puede haber, aunque quizás Salinas no sea uno de mis referentes más claros. Mi poemario tiene dos vértices temáticos; por un lado la incertidumbre generada por el hecho de ser padre y la redefinición de distancias que provoca el amor incondicional hacia mis dos hijas, y por otro lado, la conexión de esa incertidumbre y de esa redefinición de distancia con el proceso de escritura de uno mismo que hace que la creación nazca de esa incertidumbre, de cómo vas intentando conocerte un poquito más.

— Desde ‘Las ventanas de invierno’ no había vuelto a publicar poemas, ¿Un premio así, anima a seguir escribiendo?

—Efectivamente ‘Las ventanas del invierno’ fue el último. He publicado entremedias un libro de relatos, pero precisamente los primeros poemas de ‘Vértices’ nacieron al final de ‘Las ventanas de invierno’. Allí aparecía la figura de mi hija mayor, pero los núcleos temáticos eran distintos y había que separarlos. Pero sí, nació de manera continua, lo que ocurre es que han transcurrido ocho años de periodos en los que lo he dejado madurar para revisar la idea… De cualquier forma, sí anima. Pero también es cierto que ahora mismo no tengo nada escrito; no tengo ni un solo verso o relato nuevo que valga la pena… Pero anima. Y, sobre todo, gratifica el trabajo, compensa todo el trabajo que he hecho. Soy un autor de escritura muy lenta y no tengo ningún proyecto en mente, porque yo creo que un poeta tiene que asumir siempre cierto riesgo y ahondar en su propia voz buscando algún matiz nuevo. Y pienso que, si no tienes nada nuevo que contar, es mejor callarse, así que como ahora mismo no tengo nada nuevo que contar… tampoco tengo nada nuevo en mente, aparte de estos ‘Vértices’.

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