Es un tópico, pero además de su actividad como empresario de golosinas, Onésimo Migueláñez es una persona dulce y agradable en el trato humano. Nacido en Lastras del Pozo en 1944, en el seno de una familia panadera, pronto supo que su destino estaba en la distribución alimentaria. Sus desplazamientos para repartir pan por los pueblos y caseríos del entorno se le quedaban cortos. De aquellos tiempos de niño, Onésimo recuerda sus ratos de caza y de pesca en el río Moros, o acompañando a su madre los domingos para aprender a bailar la jota y otras piezas regionales.
Una vez cumplido el servicio militar en Segovia se trasladó a Madrid, donde comenzó a trabajar como comercial de una empresa de caramelos.
El joven confitero destacó enseguida como mejor vendedor y obtuvo numerosos premios. El mayor galardón lo sigue saboreando. En su intento por conseguir una pastelería como nuevo cliente, logró ganarse la confianza de la dependienta, Soledad, con la que se impulsó un proyecto nuevo: en una tienda establecieron su almacén y su vivienda, y, entre dulces, pasteles y golosinas nació el primer hijo del matrimonio, Mario.
Desde el año 1983 en que crearon la nueva empresa, el sueño de Onésimo fue haciéndose realidad; aunque no todo fue un camino de rosas, porque también debió sobreponerse a algunas pesadillas.
Sin embargo hoy, tres décadas después, la sociedad, además de ser líder en su sector, continúa amasando el sabor éxito. Como una gominola se adapta continuamente a los gustos de los clientes y no para de crear nuevos productos: vitaminados, sin grasa, sin gluten… casi 50 referencias nuevas cada año.
Además cuenta con una línea de productos regionales. Desarrolla artículos exclusivos para celebraciones típicas de diferentes comunidades autónomas como el rosario de Palma de Mallorca, el Olentzero del País Vasco o el Caga tió en Cataluña. Ha creado el’Jellypack´, un envase lleno de golosinas pensado para que los conductores de automóviles puedan degustar sus productos mientras están al volante y que han hecho de la marca, la más frecuente en las gasolineras de toda España.
Onésimo Migueláñez paladea su trayectoria con la seguridad de que el éxito se logra “disfrutando con el trabajo que se hace”. “Es muy importante que te guste tu profesión”, aconseja este sabio empresario. “La confianza y seguridad en uno mismo también son esenciales”, añade junto a la seriedad e ilusión como ingredientes básicos de este cóctel que ha venido ofreciendo a sus hijos, directivos, y empleados que trabajan en el polígono de Villaverde, donde cuenta con 400 trabajadores, y 21 delegaciones distribuidas por España y Portugal y con una facturación anual de 35 millones de euros. Además la empresa ha crecido con exportaciones al extranjero. Migueláñez está implicada en la integración sociolaboral de personas con riesgo de exclusión y Onésimo también se vuelca cada año con las actividades que se realizan en su pueblo natal, donde su dulzura es muy querida y apreciada.
