Breve expresión que rebosa optimismo, buenas intenciones, expectativas y una probabilidad con viento a favor, para que algo que queremos que ocurra, suceda realmente. Un ojalá es sinónimo de esperanza, de sueños cumplidos, de reencuentro y celebración.
Un ojalá es el oxígeno que todos necesitamos en un mensaje de aliento que aglutina tanta conmoción acumulada, en busca del rescate que nos libre del desastre, de la impotencia y la locura por el bloqueo en el que seguimos sumergidos. La vista puesta en el nuevo año, haciendo cábalas sobre la inquietante vacuna en ciernes, resistiendo a la corriente a ritmo viral sudafricano, con el místico Jerusalema, secuestrados por una incertidumbre que consume y desespera.
Aturdidos por avances y retrocesos, ocupados en una extinción que se rebela, con oleadas mortales, ideadas por entregas de Crimen y Castigo al socializar. Ojalá pronto volvamos a la escena que dejamos en ‘pause’ rompiendo todos los candados de las puertas que blindamos para protegernos en solitario.
Pronto despediremos el que ha sido el año, para muchos, más negro de sus vidas. Un 2020 que prometía, con fachada acicalada, en el que la despedida será un adiós rápido, frío y sin aderezos, con el cartel de cancelado.
Ojalá volvamos a creer en el Año Nuevo como antes y 2021 mitigue el dolor causado. Ojalá que el tiempo que perdimos lo mudemos en la mejor lotería de todas, esa que nos consienta cerrar los ojos para respirar los besos, despertando de nuevo en nuestra vieja normalidad.
