En vísperas de las elecciones municipales del 28M, las promesas de los partidos llueven sin parar. A falta de la lluvia generosa que riegue los campos, al menos que no falte la esperanza en el porvenir. Mucha gente desearía que el nuevo gobierno acabase con todo lo que no funciona, lo que recorta su libertad, incluso, amenaza su propiedad; tal es el panorama actual. Una vez más, los votantes nos preguntamos, si entre la gran variedad de ofertas electorales, habrá alguna que produzca prosperidad efectiva.
De momento, en campaña, todos los candidatos entran en una reñida puja por llegar antes, más lejos y más alto que la competencia, con un gran surtido de ofertas. Por ejemplo, en el sector de la movilidad, hay quien proyecta modificar las líneas de autobuses con el fin de atender a nuevas zonas urbanas, también se prometen aparcamientos disuasorios en la proximidad de Baterías. Sobre la polémica estación de autobuses, algunos se inclinan por su ampliación, manteniendo la situación actual. Curiosamente, dentro de este sector reverdece el olvidado aparcamiento de los Tilos; sin duda una apuesta problemática. Menos original se presentan las habituales rebajas de impuestos municipales (IBI, agua, etc.). Entre las prestaciones ciudadanas demandadas, se pretende recuperar los servicios que ofrecía el cementerio, hasta que fue suprimido recientemente por la actual alcaldesa. También, hay un surtido de ofertas más bien etéreas, como ejecutar políticas para “cuidar lo cercano” (¿?), impulsar la “mejora de la población”, ofrecer asesoramientos variados, etc. Tampoco podían faltar los anuncios sobre programas obedientes a la llamada “agenda 2030”, que promociona el ministerio de transición, con su correspondiente sostenibilidad. Todas ellas se pueden clasificar entre las ofertas electorales de tipo ideológico, que suelen ser más fáciles de cumplir o de incumplir (según se mire).
Imposible recordar todas los anuncios y promesas (para eso están los candidatos, que lo publicitan). Pero si hubiera que destacar una de ellas, merece especial atención la propuesta del PP, sobre la reconversión del Policlínico en residencia de mayores. Según lo que ha sido publicado, el proyecto supone el derribo del actual edificio y construcción de uno nuevo con uso socio-sanitario. De entrada, parece una apuesta atrayente y necesaria aunque no fácil de realizar. En primer lugar, la historia reciente trae el recuerdo nada grato de la pasada pandemia del Covid-19 y las dificultades para acoger a tantos enfermos en el Hospital General. La anterior Consejería de Sanidad se negó a rehabilitarlo como hospital, aunque la escasez de camas era patente. Hoy día, parece que la ampliación del Hospital en un terreno cercano sigue su camino (Ojalá que sea hasta el final y en breve plazo). En consecuencia, la reciente promesa electoral del PP, resulta interesante. Llevarla a cabo supondría adquirir la propiedad, demoler el edificio y construir la residencia. Si se realiza, por su función sanitaria y social, habrá muchas personas mayores que se alegrarán. Siendo un asunto muy sensible, se deberían detallar los pasos del proyecto, hasta donde se pueda, para que sea convincente. Desde luego, el PP, no puede consentir que ese proyecto se convierta en una especie de CAT; ejemplo de fracaso socialista de larga duración. Es evidente que no es lo mismo un espacio previsto para alquiler de supuestas empresas, que una residencia de personas mayores. Este es un auténtico compromiso electoral, que debiera tomarse muy en serio. No puede ser un simple reclamo para ganar votos. Es una promesa dirigida a un sector de la población que espera y merece la mejor atención sanitaria. Algo que compromete ante los votantes. Si se cumple, no se olvidará. Tampoco, si se incumple.
