El conflicto entre Israel y Palestina ha cumplido ya más de medio siglo y no ofrece señales claras de que vaya a solucionarse, no ya a corto plazo, sino tan siquiera en el transcurso de otros 50 años. El caso es que tanto Estados Unidos como la Unión Europea están deseosos de lograr avances en las interminables negociaciones entre ambas partes, y en ese sentido están presionando a las autoridades hebreas, en este momento en una situación de poder frente a los palestinos, debilitados por sus divisiones internas.
Estas maniobras diplomáticas se concretan en dos iniciativas. Por una parte, según anunció ayer el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, los ministros de Exteriores de este país, Miguel Ángel Moratinos, Francia, Bernard Kouchner, e Italia, Franco Frattini, viajarán este mes a Gaza para comprobar que el Gobierno israelí cumple con su compromiso de levantar de forma progresiva el bloqueo a la franja.
Zapatero hizo este anuncio en una rueda de prensa junto al presidente de Siria, Bachar al Asad, y aseguró que tanto España como la UE mantendrán ante Israel una actitud de compromiso «exigente». El mandatario socialista ofreció además a su homólogo la «capacidad política y diplomática» del territorio nacional para relanzar las negociaciones entre Damasco y Tel Aviv y lograr la paz, un acuerdo que, advirtió Al Asad, solo se alcanzará cuando concluya la ocupación de los Altos del Golán, territorio sirio conquistado por Israel en la Guerra de los Seis Días (1967).
Además de por el flanco europeo, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, también deberá soportar presiones de su más importante aliado, Estados Unidos. El mandatario hebreo se entrevista hoy en Washington con el presidente Barack Obama, inmerso en una nueva encrucijada de la que depende el proceso de paz de Oriente Próximo, pero también la estabilidad de su Ejecutivo.
Golpe de efecto de Mazen
A la cita con Obama, la primera desde la que celebraron el 23 de marzo en un ambiente de máxima tensión bilateral por la construcción de asentamientos en Jerusalén Este, Netanyahu acude en medio de una maraña de intereses personales, nacionales, regionales e internacionales. «Se ve en una auténtica y complicada encrucijada porque los palestinos, en una magistral maniobra mediática, han lanzado la pelota al campo israelí», dice un editorial del diario conservador The Jerusalem Post. El rotativo se refiere a la conferencia de prensa que el presidente palestino, Abu Mazen, organizó el miércoles pasado con los principales medios israelíes, y en la que anunció su disposición a negociaciones directas de paz con la condición de que Netanyahu acepte tácitamente las fronteras de 1967 y la partición de Jerusalén.
Una propuesta que permitiría llevar las negociaciones de paz de forma directa por primera vez desde diciembre de 2008, cuando Israel atacó la franja de Gaza, donde murieron unos 1.400 palestinos.
Después de muchas presiones internacionales para conseguir algún tipo de avance en la resolución del conflicto, las partes negocian desde marzo con la mediación del enviado estadounidense, George Mitchell, que el viernes concluyó su quinta ronda de conversaciones con la frustración de que no avanzan al ritmo deseado.
Otros analistas políticos advierten de que Netanyahu se verá ante una serie de demandas por parte de Obama, como la de «la suspensión indefinida de la construcción en los asentamientos», imprescindible para avanzar hacia conversaciones directas.
La moratoria de 10 meses decretada por Netanyahu concluirá en septiembre, y la ultraderecha colonizadora, incluida la que forma parte de su gobierno -Israel Betenu, Hogar Judío y una parte del Likud- ya ha comenzado a batallar para que no la prorrogue. Y es que, en su habitual inmovilismo político, el premier hebreo ha vuelto a quedar entre dos fuegos.
