El presidente estadounidense, Barack Obama, es sin duda el gran perdedor de las elecciones celebradas el martes en Estados Unidos ya que el rechazo mayoritario de los ciudadanos a los candidatos demócratas, que aupó a los republicanos a controlar las dos cámaras del Congreso, fue en buena medida un voto de castigo al mandatario.
Así, Obama deberá terminar los dos últimos años de mandato que le quedan con un Congreso controlado por los republicanos que a buen seguro intentará echar por tierra algunas de las medidas ya aprobadas y le impedirá sacar adelante otras de las que tiene pendientes y que quiere dejar como legado a Estados Unidos. No obstante, el presidente tiene poder de veto.
El sondeo a pie de urna publicado por los grandes medios estadounidenses puso de manifiesto, no obstante, el descontento de los ciudadanos con el presidente pero también con los políticos en Washington, incluidos los líderes republicanos.
Solo el 44% de los consultados aprobaron la gestión del mandatario y el 34% dijeron haber votado contra Obama en estas ‘Midterms’, mientras que el 61% se mostraron insatisfechos con los líderes republicanos en el Congreso.
Sin embargo, nada de todo ello fue una sorpresa para el presidente, que ya a última hora del martes reconocía que tenía ante sí el peor escenario desde el que se encontró Dwight Eisenhower en 1958. Quizá por ello, Obama había optado por mantenerse al margen de la campaña electoral y no aparecer en público para no perjudicar a los candidatos demócratas.
Baja popularidad
Pese a ello, son muchos los que creen que la baja popularidad del presidente ha jugado en su contra. “No tiene ningún sentido que hayamos tenido que luchar contra nuestro propio gobierno y nuestra propia administración y nuestro presidente para intentar encontrar un equilibrio”, lamentó el senador demócrata por Virginia Occidental Joe Marchin.
En las filas demócratas creen que el Gobierno podría haber hecho más para ayudar a sus candidatos en estas elecciones. “Ha sido el presidente Obama quien ha lastrado a los candidatos en todo el país”, afirmó un ayudante demócrata en declaraciones a ‘The Hill’, reconociendo que “el mapa era duro” y “difícil de superar”.
“A nadie se le escapa que esta elección era más sobre Obama y la frustración con su presidencia que sobre ningún otro factor”, incidió un estratega demócrata, si bien reconoció que en algunos casos la derrota también pudo deberse a “una mala estrategia o malos candidatos”.
Por su parte, el presidente del Comité de Campaña de los Demócratas, Steve Israel, defendió que “podría haber sido peor”. “Hicimos todo lo que estaba en nuestro control para reducir las oportunidades de elección de los republicanos y limitar sus opciones de aprovechar la ola” de descontento, subrayó.
Según un miembro de su administración citado por Político.com, tras dos años y medio en los que no consiguió ningún gran logro legislativo, Obama está “muy dispuesto” a llegar a acuerdos con los republicanos en asuntos como el comercio o los impuestos de sociedades.
Sin cambios
Pero por lo demás, no tiene intención de introducir grandes cambios en su equipo ni en sus políticas, según se hizo saber desde la Casa Blanca en los últimos días. Así, según este portal político, no dará marcha atrás en sus planes de usar sus poderes administrativos en determinados temas, principalmente en el de la inmigración.
Obama seguirá una agenda progresista con la que mantener el apoyo de las bases demócratas de cara a las elecciones de 2016, en las que se elegirá a su sucesor y volverán a estar en juego las mayorías en el Congreso. “Uno no puede perder su base”, ha defendido otro miembro de la Administración. “Hay que mantener la vista en la base” aunque habrá que aprobar algunas políticas que ésta no respalda, añadió.