El primer presidente negro de Estados Unidos, Barack Obama, llegó a la Casa Blanca el pasado enero con el lema Sí, Podemos, pero a lo largo de su primer año de mandato ese optimismo se ha convertido gradualmente en un más cauto Ya veremos.
El líder demócrata cierra 2009 con varios logros en su haber: a principios de este año logró la aprobación de un plan de estímulo económico valorado en 787.000 millones de dólares; la economía ha evitado una depresión y ha comenzado a crecer de nuevo, y hace apenas unos días recibió en Oslo el premio Nobel de la paz.
Pero también deja muchos asuntos pendientes: la reforma migratoria deberá esperar al año que viene; el cambio del sistema sanitario avanza, pero aún no está ratificado; y las guerras en Iraq y Afganistán no solo continúan, sino que, en el caso del país centroasiático, van a intensificarse.
Lo que había convertido como una de las banderas de su cambio en política exterior, la lucha contra el cambio climático, se cerró hace unos días en Copenhague con un mero acuerdo de mínimos, que Obama ha reconocido como «insuficiente».
El presidente ha declarado que se concede un «notable alto» en su primer año de gestión; sin embargo, en sus primeros días en la Casa Blanca, anunció el cierre de la polémica prisión de Guantánamo, un nuevo esfuerzo por la paz en Oriente Próximo y un ingente plan de estímulo económico y, de momento, tan solo ha salido adelante el proyecto financiero.
El proceso de paz entre israelíes y palestinos parece tan encallado como siempre y la Administración ha reconocido que no podrá clausurar la base situada en Cuba para la fecha prevista, el 20 de enero de 2010.
Objetivo: avanzar
Quizá su pragmatismo ha sido más evidente en sus batallas más recientes, el cambio climático y la reforma sanitaria. En ambos casos, para conseguir un consenso ha tenido que aceptar acuerdos muy por debajo de sus expectativas iniciales. Pero, como observó en Copenhague, «si esperáramos a conseguir todos los objetivos, no lograríamos ningún avance». Y Obama lo que ha querido hacer este año es avanzar. O, en palabras de su asesor político, David Axelrod, «sembrar ahora para cosechar más tarde».
Ésa es la actitud que ha aplicado en estos 12 meses en su política exterior. En cada nueva visita ha ofrecido «un nuevo comienzo» en las relaciones de su país.
Con Rusia, sus intentos de crear confianza parecen haberle dado resultados. Tras anunciar el archivo de un sistema de defensa antimisiles en Europa, Moscú se muestra mucho más propicia a imponer sanciones contra Irán. Ambos países se encuentran también a punto de cerrar un acuerdo de desarme nuclear que sustituya al START que expiró en diciembre.
En el caso europeo, ha obtenido el apoyo de los aliados a su nueva estrategia en Afganistán, que prevé el envío de refuerzos ahora y el comienzo de la retirada para julio de 2010. Obama anunció el pasado día 1 el despliegue de 30.000 soldados norteamericanos más, y la Alianza Atlántica ha añadido más de 7.000.
Menos claro está el resultado que su estrategia haya dado con China. El presidente viajó el mes pasado a Pekín en busca de apoyo contra el cambio climático y para sanciones contra Irán. Sin embargo, en Copenhague no arrancó un compromiso de mínimos hasta el último momento. Y el Gobierno de la República Popular se mantiene inescrutable acerca de sus intenciones respecto al programa iraní.
Precisamente, lo que ocurra con Irán será una de las primeras piedras de toque de su política el año próximo. EEUU ha dado a Teherán hasta fin de año para responder a las ofertas internacionales sobre su programa nuclear, so pena de nuevas sanciones. Qué respaldo consiga será un buen indicador del éxito de su política.
