Me dirijo a ustedes como madre, pero también como ciudadana profundamente preocupada por el rumbo que está tomando nuestro sistema educativo.
Mi hija, estudiante de secundaria, ha sido promocionada de curso año tras año a pesar de no haber alcanzado los conocimientos básicos necesarios. Esta situación, lejos de ser un caso aislado, parece formar parte de una tendencia generalizada en la que la exigencia académica ha sido sustituida por una lógica de “pasar por pasar”, amparada en el cumplimiento de unas “competencias” demasiado amplias y difusas.
He visto con impotencia cómo mi hija, que requiere más tiempo para consolidar los aprendizajes fundamentales, ha sido arrastrada de curso en curso sin la base necesaria. Sus lagunas se acumulan, su autoestima se resiente y su motivación se desvanece. Y mientras tanto, los informes académicos insisten en que “ha alcanzado las competencias”, como si esa frase pudiera esconder la realidad que vemos en casa y seguramente en el aula.
¿Qué estamos haciendo como sistema educativo? ¿A quién le sirve este modelo que antepone las estadísticas de promoción sobre la verdadera formación de nuestros hijos? ¿Quién se beneficia de una escuela que maquilla los resultados pero no prepara a los alumnos para afrontar ni la vida académica ni la real?
No escribo esta carta para señalar a los docentes, muchos de los cuales sé que trabajan con vocación y sufren este sistema tanto como las familias. Pero sí hago un llamamiento al instituto, a la Dirección Provincial de Educación y a los responsables políticos de nuestra comunidad para que reflexionen. No estamos educando; estamos empujando, arrastrando, acumulando problemas que más adelante estallarán en forma de abandono escolar, frustración o fracaso profesional.
Educar no es simplemente promocionar. Educar es acompañar, exigir, apoyar, detenerse cuando hace falta y volver a empezar si es necesario. No hay prisa cuando se trata de construir una base sólida. Mi hija, como tantos otros chavales, merece una oportunidad real de aprender y por qué no decirlo de frustrarse, no solo de avanzar en el papel.
Por todo ello, pido una revisión profunda de los criterios de promoción, una reflexión honesta sobre lo que entendemos por “competencias” y un compromiso verdadero con la calidad educativa.
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Mª Montserrat Núñez Sánchez