El pasado 8 de junio la Oficina Estadística de la Unión europea (Eurostat) señaló que la economía de la eurozona había entrado en recesión, entre el cuarto trimestre de 2022 y el primer trimestre de este año 2023, con un retroceso de –0,1 en cada uno de los citados trimestres. Las razones son consecuencia de la reducción del consumo por la subida de precios y al desplome de la inversión por el alza de los tipos de interés. Un descenso de la actividad cifrado en 10.000 millones de euros respecto a las previsiones iniciales, que afecta fundamentalmente a Alemania, Irlanda y Finlandia.
El principal problema de la economía europea es que prácticamente todos los sectores están en retroceso, salvo el sector exterior, pero que no mejora por el aumento de las exportaciones sino por el menor coste de las importaciones. En efecto, el consumo cayó en –0,3% entre enero y marzo de 2023, tras hundirse en un –1% en el trimestre anterior, consecuencia de que la inflación ha afectado al poder adquisitivo de los hogares. Una situación difícil para la economía europea, dado que el consumo representa el 60% del volumen total de la actividad económica, que se suma al desplome de la inversión por la subida de los tipos de interés, la incertidumbre existente en el panorama internacional y la citada caída de la demanda. La formación bruta de capital fijo apenas crece este año 2023, mientras que el sector exterior mejora por el abaratamiento de las importaciones por la solución de cuellos de botella en la producción industrial y la reducción del precio de la energía por la caída de la demanda.
Alemania, la locomotora europea, sufrió una contracción del –0,5% en el último trimestre de 2022 y –0,3% en el arranque del actual ejercicio, derivado de la subida de precio del gas y las dificultades de colocar sus exportaciones, mientras que Francia se estancó a finales de 2022 y sufrió un escaso crecimiento en 2023, al igual que Italia que se estancó en el ejercicio anterior.
España creció en un 0,4% en el cuarto trimestre de 2022 y en un 0,5% en el primer trimestre de 2023, sin embargo la cuestión es determinar cuándo la recesión técnica a nivel europeo afectará a la economía española, dado que más del 60% de las exportaciones de España se dirigen al resto de la Unión Europea y al Reino Unido, que tampoco ha obtenido buenos resultados en materia de crecimiento. España tradicionalmente percibe los efectos de las crisis económicas de forma más tardía que los socios europeos, y sale también de las mismas con retraso, como ha ocurrido con los efectos de la pandemia.
España en efecto está a punto de recuperar los índices de producción anteriores a la pandemia del Covid 19, al propio tiempo que se ha producido una pérdida importante del poder adquisitivo de su población y una subida acusada de los tipos de interés. La compraventa de viviendas cayó por ejemplo en un –8,1% en abril de 2023, en un contexto de altos tipos de interés. El IPC se ha moderado en mayo hasta el 3,2% por la caída del precio de los carburantes, pero la tasa subyacente, que muestra la evolución del núcleo más estable de la cesta de bienes y servicios que el INE mide a la hora de medir la evolución de los precios en España se mantuvo por encima del 6%, revelando que la espiral de precios está lejos de estar bajo control, de hecho el incremento del precio de los alimentos se mantiene en un 12%. Al propio tiempo que los niveles de desempleo se mantienen aunque los datos aparecen matizados por la campaña estival y los contratos fijos discontinuos. La polémica está servida, hasta la Vicepresidenta Nadia Calviño, ha retado al PP y a Alberto Núñez Feijóo a un debate económico, para defender que estamos ante el mejor de los mundos posibles en Europa.
