Cinco años después del pavoroso incendio que produjo desolación y desesperación a todos los que consideramos a la catedral de Notre Dame uno de los grandes iconos de la cristiandad, la apertura de su puerta el 7 de diciembre ha neutralizado aquella angustia y la ha transformado en una inmensa alegría. Todo el orbe estaba conmocionado, pero ahora esa conmoción se ha convertido en asombro y agradecimiento al pueblo francés y a su presidente, por desarrollar esa colosal reconstrucción en un tiempo récord.
La reconstrucción de la catedral de Notre Dame, conocida en todo el mundo, ha sido muy importante desde el punto de vista religioso, no solo para los parisinos, sino para todos los católicos sin excepción. Pero también se ha recuperado un edificio de gran valor histórico y artístico para todas aquellas personas sensibles, católicas o no, que consideran que estamos ante un edificio único.
Además, se trata de una edificación testigo de muchos acontecimientos durante los 182 años que duró su construcción. En el s. XVII, Luis XIV, el rey Sol, hizo algunas modificaciones para adaptarla al barroco que era la nueva moda arquitectónica. Posteriormente, durante la revolución, se destruyeron algunas zonas, esculturas de la entrada, se saquearon parte de sus tesoros, y se utilizó el plomo del tejado para transformarlo en munición. Solo se salvó la enorme campana de la torre sur llamada Emmanuel. Pero también, -tontos iletrados han existido siempre-, se decapitaron las 28 estatuas de la Galería de los Reyes, pensando que eran reyes de Francia, cuando realmente eran reyes de Judea e Israel.
Napoleón comenzó la reconstrucción, pero fue Víctor Hugo quien, tras la publicación de “El jorobado de Notre Dame” provocó un inusitado interés por el histórico edificio, que hizo que el pueblo de París se comprometiera y se desviviera por su restauración.
Recuerdo mi primera visita a Notre Dame con las notas que tomé de mi profesor de Arte de la facultad. Como es natural, ya conocía las principales características del gótico a través de nuestra bellísima y elegante catedral bautizada por Emilio Castelar como “La Dama de las Catedrales”. Por cierto, y para situarnos en el tiempo, la antigua catedral de Segovia, la catedral de Santa Maria, se empezó a construir 46 años antes que Notre Dame; pero eso sí, románica y con tres naves. Y la Dama de las Catedrales comenzó su construcción casi tres siglos después de la terminación de Notre Dame, tras los numerosos daños sufridos en la antigua a causa de la revolución comunera. El estilo es gótico tardío, mientras Europa en esa época ya se adentraba en el Renacimiento. No obstante, el claustro de la antigua catedral se trasladó piedra a piedra a su actual emplazamiento.
Volviendo a mi primera visita a Notre Dame, recuerdo la intensa impresión al visualizar todo lo que había estudiado y al contemplar semejante obra de arte: las dos torres, el rosetón, el famoso tímpano del Juicio Final, las cinco naves, la bóveda, las vidrieras, las gárgolas, el mejor órgano de Francia… Sencillamente impactante y sorprendente. Por eso se entiende muy bien la gran conmoción que recorrió todo el mundo, y que fue aún más acusada en aquellas personas sentimentales propensas a la emoción ante determinadas situaciones, como la que supuso aquel fatal incendio. Y para los católicos por partida doble.
Por tanto, es fácilmente comprensible el malestar que causó el hecho de que, habiendo más de cuarenta mandatarios de diversos países, los españoles no estuviésemos representados el día de la reapertura de la emblemática catedral. Creo que merecemos una explicación. Pero por algunas informaciones que me han llegado, todo hace pensar que Isabel Díaz Ayuso ha dado en el clavo: “El gobierno prefiere aislar a nuestro país a reconocer la verdad: las raíces cristianas de Europa”. Por eso yo me agarré a un clavo ardiendo, y teniendo en cuenta que mi madre era francesa, al menos en un 50% me sentí representado por Macron. Cada uno se defiende como puede, así que allí estuve.
